Los embaucadores

Esta sensación de teatrillo, de que nada va en serio, o, mejor dicho, de que la impostura sigue gobernando el mundo, produce un cansino déja vu. Quizás por aquello de la pretendida superioridad moral de la izquierda, a algunos les ha sorprendido que un ministro socialista escriturara el sexo de pago, como si la ideología blindara la integridad de aquellos que esgrimen un discurso igualitario y, en cambio, actúan con mentalidad de propietarios. Compran mujeres, favores o grabaciones; qué más da: cuerpos, influencia y leyes. Algunos, como Ábalos, llevan inscrito corruptos en la frente, en cambio otros, como Cristóbal Montoro, lograron colar un relato dickensiano que justificaba su colmillo retorcido, el niño pobre de Jaén que trabajó de botones y durante años persiguió el IRPF de tantos famosos hedonistas.

El diputado José Luis Ábalos durante una sesión plenaria extraordinaria, en el Congreso de los Diputados, a 22 de julio de 2025, en Madrid (España). El Congreso cierra este martes, 22 de julio, el curso parlamentario debatiendo en un Pleno extraordinario la convalidación de tres decretos leyes, las enmiendas a otras tres leyes provenientes del Senado y dos reformas del Reglamento del Congreso, impulsadas por PSOE y Sumar. El último pleno antes del verano estará también marcado por los casos de corrupción tras conocerse la imputación del exministro de Hacienda del PP Cristóbal Montoro por una presunta trama corrupta que habría beneficiado a empresas gasistas

  

Eduardo Parra / Europa Press

La brecha entre la persona (privada) y el personaje (público) hace añicos la política de los ideales. El problema suele ser casi siempre el mismo: el instinto no tiene los mismos gustos que el espíritu. Asegura la escritora Dubravka Ugrešić que a la gente le gustan los embaucadores profesionales que han hecho fácil lo difícil: “Donald Trump es el perfecto ejemplo moderno”. Y es que la falta de coherencia entre principios y acciones no suele afectar demasiado a la reputación. Todo puede tratar de justificarse, todo se olvida, lo único que importa es el perfume del éxito.

La falta de coherencia entre principios y acciones no suele afectar a la reputación

Feijóo manda a lavar los platos fuera de su burbuja –a pesar del currículum falso de Noelia Núñez tan dispuesta a desmentir el tópico de la rubia tonta–. Y Sánchez ha anunciado en contraprogramación un control interno en el partido para cazar a puteros y mafiosos. Una monitorización de sus miembros, sobre todo de los más erectos, cuya dudosa integridad no impidió que formaran parte del cogollo del poder. Cierto es que los políticos no son una excepción: los embaucadores profesionales extienden su atractivo desde Costa Polvoranca hasta los restaurantes de cinco tenedores.

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La mayoría de los mandatarios parecen vivir hoy fuera de la realidad, enredados en un bucle de autoengaño, petulantes y narcisos. “Mírense desde arriba”, recomendaban los estoicos a fin de comprender nuestra insignificancia planetaria. No hay otro camino, para disuadir a los embaucadores profesionales, que volver a hacer difícil lo difícil.

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