España dilapidó ayer en los penaltis el crédito que había ganado en su extraordinaria Eurocopa. Dominó a Inglaterra, pero no aprovechó sus ocasiones. Las inglesas, por su parte, confirmaron su carácter competitivo y una vez más dejaron en evidencia a sus colegas masculinos, que celebraron su último éxito en el remoto mundial de 1966. Por segunda vez se cumple el deseo expresado en el pegadizo himno de 1996 Three Lions, football’s coming home (el fútbol regresa a casa), solo que en las dos ocasiones ha sido de la mano de las de Lucy Bronze o Keira Walsh y no de los Harry Kane o Jude Bellingham.
Nada que objetar a una selección española que ha realizado un campeonato ilusionante y que por muy poco no ha podido repetir los triunfos del Mundial y la Nations League. Las jugadoras de Montse Tomé, una vez más, han conectado con millones de seguidores y seguidoras, prolongando el idilio con esa nueva afición nacida tras el Mundial de Australia y Nueva Zelanda. Suele afirmarse que los éxitos de Alexia Putellas, Aitana Bonmatí y sus compinches (en el equipo nacional hay una abrumadora mayoría de barcelonistas) han fomentado la vocación futbolística de toda una generación de niñas. Es un hecho: en diez años, el número de licencias federativas se ha multiplicado por dos, superando ya las cien mil. El efecto de esta auténtica revolución social y deportiva va más allá. Sirva de ejemplo el éxito de una iniciativa tan modesta como relevante, la Liga Fulanita de Tal, un torneo amateur de fútbol 7 no federado que nació en el 2009 en el bar madrileño del mismo nombre y que ya cuenta con 1.200 participantes a quienes no se exige experiencia previa.
Otra cosa son la Liga o la Copa. Estos últimos años se ha generado la expectativa de que los éxitos de la selección sirvieran de estímulo para impulsar las lánguidas competiciones nacionales, en especial una Liga F muy poco competitiva. Pero el efecto de las grandes citas internacionales se ha diluido pronto. La realidad es tozuda. Los clubs no invierten. A diferencia del Barça, el Real Madrid sigue sin abrir su estadio principal a sus jugadoras. No hay que engañarse. Es improbable que el entusiasmo de la Eurocopa ayude a que, a corto plazo, puedan verse aquí gradas con entradas tan buenas como las de la competición suiza. O las de la Liga inglesa.