Cómo hundir nuestro arte

Cómo hundir nuestro arte
Catedrático y exdecano de Filosofía de la UB

Cruzar el paseo de Recoletos de Madrid a 44 grados compensa si es para visitar la exposición dedicada a Jorge Semprún en la Biblioteca Nacional. Escritor y guionista de cine, fue ministro de Cultura español entre 1988 y 1991. Consiguió, no sin esfuerzo, que el barón Thyssen cediera su colección para el que sería el mayor museo español de arte moderno.

A ello ayudaron su prestigio intelectual y su personalidad. Dos cosas necesarias para que un Ministerio de Hacienda haga caso a un Ministerio de Cultura. Pues, por lo general, no hay mucho interés político en nuestro país por las colecciones de arte y el mercado artístico. Semprún fue precedido por Javier Solana y seguido por Jordi Solé Tura como ministros de Cultura. Los tres mostraron interés por la promoción del arte. Semprún dijo en 1988: “Yo gano mucho más como guionista que como ministro”.

Arco Madrid

 

LV

El arte es un caudal, y su fuente es el artista. De él o ella penden los placeres e intereses de los demás agentes implicados. La obra ha de ser vendida, y ahí están representante y galerista como intermediarios. A ellos acuden los compradores. Para empezar, la pieza clave del engranaje artístico: el comprador ocasional y por mero disfrute. Los demás compradores son figuras derivadas. Porque si tienes un dibujo de, pongamos, Gino Rubert o Carmen Galofré, querrás también un cuadrito suyo. Y así empieza la más sana y noble de las adicciones, la del coleccionista de arte.

El siguiente comprador es una empresa o fundación privada. Y, por ende, un museo, sea privado o público, en cuyo caso la compra la realiza un organismo público. El Estado dispone de un capital para tal fin. Por lo demás, en Catalunya existe una tradición de coleccionismo artístico con nombres de empresarios, profesionales y artistas cuya lista sería larga de mencionar.

Con un IVA más razonable, se activaría el arte en España y Hacienda recaudaría más

El arte se mueve si hay compradores y se produce si hay artistas que, además de la vocación, les mueva la promoción de su obra. Necesitamos que haya arte o la vida sería un aburrimiento. Preguntemos a los jóvenes qué les parecería una vida sin música, o, a todos, sin cine, teatro o bellos edificios. Además, el arte amplía horizontes, educa, y para los artistas y todos los que viven materialmente de él es un medio de ­vida tan lícito como apasionante. En un tiempo en que la gente trabaja en lo que no le gusta, el arte recuerda que la vocación existe, da sentido a la vida y sirve para el disfrute estético.

Sin embargo, las artes visuales se encuentran ante un grave problema en España. El Gobierno considera que, más allá del cine, el teatro y la música, el arte es un objeto para los ricos. Y así aplica a las obras un impuesto del 21%, sobre, por ejemplo, una acuarela de 300 euros o ya no digamos un cuadro, escultura o foto artística, que gustaría regalar o poseer por puro deleite. ¿Creen la ministra de Hacienda y el ministro de Cultura que cuando el público visita un museo o galería está pensando en las obras como mercancías?

De momento se impide gozar de una acuarela o una escultura en casa, pues el vendedor dirá que, además de su precio, tiene un recargo del 21%. El comprador desistirá de su empeño o tratará de adquirir la obra fuera de España, donde pagará de impuesto solo el 7% (Alemania), el 5,5% (Francia) o el 5% (Italia).

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Pero en España aún seguimos con un porcentaje que hace trasladar a nuestros galeristas afuera y, sobre todo, desincentiva el trabajo de los artistas, cuyos precios no serán competitivos. El lema del Ministerio de Cultura es “Spain is culture”, pero no será por el arte actual. El mercado del arte se está retrayendo en España, donde la pintura era el tronco de su cultura. En el contexto europeo, el arte español se está volviendo irrelevante, porque allí donde se vende y se produce es hoy en el extranjero, donde no se piensa que sea solo para ricos.

Mientras dure ese agravio comparativo, España seguirá disminuyendo su presencia internacional en materia artística. Más del 75% del mercado del arte se produce a través de las galerías, cuyos precios, por la sobrecarga impositiva, ahuyentan a compradores y están desanimando a los artistas, los más perjudicados. ¿Para qué crear, si luego no hay salida? Con un IVA más razonable se activaría el arte y Hacienda recaudaría más. Con el actual, todos pierden.

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