La corrupción no es un fenómeno nuevo en la política española, pero en pocos momentos de la historia la preocupación había sido tan alta entre los ciudadanos. En el último estudio del CIS, la corrupción ha escalado como segunda preocupación de los españoles, tras la el problema de la vivienda. Las siguientes inquietudes son el Gobierno y los partidos, mientras desaparecen de las primeras posiciones el paro o la economía.

Cristóbal Montoro, protagonista del último caso de presunta corrupción
Estamos ante un asunto nada menor, porque cuando los escándalos afectan directamente a los grandes partidos, es el propio sistema el que se tambalea. Y son los populistas los que sacan un beneficio directo en las urnas, cuando seguramente solo van a empeorar las cosas cuandos se pongan a los mandos, por más que se ofrezcan como partidos refugio, capaces de cambiar las reglas del juego.
La corrupción es el segundo problema de los españoles, tras la vivienda, según el CIS
En cualquier caso, no estamos ante un fenómeno nuevo, ni particular. En pocos momentos de la historia, la corrupción alcanzó un nivel tan alto como con Francisco Gómez de Sandoval-Rojas, el duque de Lerma, en el siglo XVII, que fue valido y persona de confianza del rey Felipe III. Hijo de una familia al servicio de la corona, sin apenas conocimientos económicos, amasó la mayor fortuna del momento. Los historiadores han dicho de él que el tráfico de influencias, el nepotismo y la venta de cargos públicos superó el límite de lo tolerable, durante su gestión. Su afán de poder fue tan grande que movió cielos y tierra para conseguir el capelo cardenalicio, como si quisiera mandar en la tierra como en el cielo. Y el país conoció una desmoralización como nunca antes había conocido.
Los socialistas y los populares acumulan casos de corrupción, que en lugar de afrontar con medidas disciplinarias implacables para corruptores y corrompidos, se limitan a defenderse con el “y tú más”. El juego de las descalificaciones no contribuye a recobrar la confianza. Si no queremos que este país sea la patria de los agnósticos de la política, PSOE y PP deben olvidarse de querer sacar ventaja de la situación. Como escribe Ignacio Sánchez-Cuenca, a esos ciudadanos no se los recupera subiendo la intensidad de la trifulca. Lo peor que podría pasar es que la gente pensara que ambos son la misma cosa.