Guerra entre dos civilizaciones

Todas las actuaciones occidentales en el desintegrado imperio otomano a partir de 1919 han sido una experiencia inacabada, un fracaso o un caos. Desde que Winston Churchill y Gertrude Bell marcaban con un compás y un bastón las nuevas fronteras de Oriente en medio de la tierra campa de Iraq, la inestabilidad ha sido constante. Los imperios perdedores –el alemán, el otomano, el ruso y el austrohúngaro– desaparecieron y se crearon las nuevas fronteras, diseñadas básicamente por el Reino Unido y Francia. Nacían los protectorados que pretendían controlar unas tierras que habían vivido más o menos tranquilas bajo Constanti­nopla.

Palestinians struggle to get donated food at a community kitchen, in Gaza City, northern Gaza Strip, Saturday, July 26, 2025. (AP Photo/Abdel Kareem Hana)

  

Abdel Kareem Hana / AP

La creación del Estado de Israel en 1948 fue una decisión de la ONU a la que se sumaron todos los países. Pero las cinco victorias de Israel en las guerras con sus vecinos árabes no han comportado ni la paz ni la seguridad para Israel ni para la región. Las guerras han sido el recurso inevitable para dirimir disputas fronterizas, conquistar nuevas tierras o simplemente expulsar a los que son diferentes por razones tribales, históricas o vengativas.

Todas las actuaciones occidentales en Oriente en el último siglo han fracasado

No sé si lo que practica el Gobierno Netanyahu en Gaza se puede calificar de hambruna como las provocadas por Mao en China con el Gran Salto Adelante (1958-1962) o la de Stalin en Ucrania (1932-1933) o la de Corea del Norte (1994-1998). Lo cierto es que la superioridad militar y económica de Israel respecto a los más de dos millones de gazatíes no ha conseguido ganar una guerra a pesar de haber destruido el 60% de los edificios de Gaza y dominar el 70% del territorio.

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Netanyahu, con el apoyo explícito de Trump, ha optado por vencer a una población desamparada recurriendo al hambre de los gazatíes. La falta de acceso a los alimentos convierte a hombres, mujeres y niños en esqueletos vivientes. Es una estrategia que va contra los principios básicos humanitarios. Ninguna sensibilidad política, social o cívica lo puede tolerar. La semilla de la confrontación por usar medios desproporcionados para ganar una guerra ahuyentará las posibilidades de una paz duradera. El primer ministro Rabin buscaba una salida posible. Pero lo asesinó un exaltado ultranacionalista judío en Tel Aviv en 1995. La guerra continúa porque se libra entre dos civilizaciones.

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