Fue el pasado domingo. El día del preacuerdo comercial de la UE y EE.UU. establecido en un campo de golf de Escocia. Ha generado expresiones de perplejidad y rechazo que señalan, acertadamente, que son una muestra de debilidad e insinúan que esa debilidad es de Von der Leyen y la Comisión Europea. Carecen de sinceridad. Quien quiere saber sabe que la CE ha hecho lo que ha podido y le han pedido los estados miembros, incluido el papelón del campo de golf. Lo que ha pasado era previsible y consecuencia del choque entre un EE.UU. muy fuerte, pero que se siente herido, y de una UE efectivamente muy débil.
EE.UU. vive tiempos turbulentos característicos de un cambio de época. La turbulencia pasará, como pasó el Terror o la revolución cultural. El futuro podría ser la estabilización de un republicanismo de raíz trumpista en que EE.UU. actúe como un imperio con ciudadanos y vasallos. Si, en cambio, prevalecen los demócratas, habrá un intento de volver a un pasado en que el imperio era más generoso y lideraba invocando valores (democracia). Pero en ambos casos, a vasallos o a aliados se les pedirá más que en el pasado. Cuando EE.UU. se enfrentaba a Alemania o a la URSS lo hacía contra potencias expansionistas. Perder Polonia ante Hitler o Stalin era un obstáculo grave. Hoy el enfrentamiento es con China. En Europa no se ve un gran peligro de dominación china y lo que conviene a EE.UU. es desenganchar a Rusia de China. Si Europa quiere armas, las tendrá que comprar. Trump lo exigirá de malas maneras; los demócratas, con más consideración.
Europa tiene hacia EE.UU. una triple debilidad. La primera: no puede prescindir de ese país para contener a Rusia. Es el factor clave de la escena del campo de golf. Segunda: la economía de la UE depende más de EE.UU. que al revés. En particular, tercera debilidad, depende mucho en el acceso a la economía digital. Podemos superar las debilidades en pocos años si exhibimos firmeza, coherencia y buen gobierno. Y si EE.UU. no se propone con igual determinación impedir nuestra autonomía estratégica. En más años si no es así. Pero podemos.
En Europa podemos superar las debilidades en pocos años si exhibimos firmeza, coherencia y buen gobierno
Las bases económicas para asumir el reto de la autonomía estratégica existen con creces. Los aspectos más retrógrados del trumpismo nos ayudarán un tiempo. La UE lo adivina cuando estimula la industria digital y cuida las universidades. Trump no lo hace cuando estimula la industria tradicional y debilita la investigación. Pero Silicon Valley es demasiado fuerte e innovador como para permitir la consolidación de estas veleidades. Ahora bien, la realidad política que lo condicionará todo es que el refuerzo estratégico de Europa, el nuevo buen gobierno, se tendrá que hacer sin pasar por la constitución de un gobierno federal fuerte.
Respecto a las instituciones de la UE, tenemos una de primer nivel mundial: el BCE. El euro tiene futuro. En cuanto a la CE: es el gobierno de Europa, y si no existiera, lo tendríamos que inventar. Pero tiene limitaciones fundamentales. El Brexit, la forma de constituirse y, sobre todo, la regla de la unanimidad (el máximo poder de un Estado es vetar, no votar) la hacen poco útil para encarar retos clave, tácticos o estratégicos. Como ya es el caso para Ucrania, la alternativa a la parálisis serán las “coaliciones de los dispuestos”. No se tiene que ver como una debilidad. Comprometen directamente a los que tienen el poder y la soberanía: los estados.
Las más importantes lo serán bajo liderazgo franco-alemán en la UE, y del Reino Unido fuera de ella. Ojalá la alianza franco-alemana se mantenga fuerte y sin divergencias profundas tras las presidenciales francesas. Preguntémonos: ¿y si para ser fuertes pasáramos el poder a un directorado franco-alemán? Sería eficaz pero no prudente. Ningún Estado cederá soberanía a un Parlamento por el cual sus ciudadanos no votan. ¿Y si ese Parlamento elige un Trump (hay precedentes peores) que se descuelga con un “día de la liberación” interna en la UE? La crisis financiera del 2008 no es un buen precedente.
En definitiva: hagámonos a la idea de que el espíritu europeo se expresará permanentemente por la vía de los muchos estados, regiones y sociedad civil. No nos podemos permitir que la mejora de las instituciones europeas sea el único camino hacia delante. La fragmentación no es impedimento a la creatividad. Pongo el Renacimiento italiano como testigo. La escalabilidad es más difícil y de ahí la importancia de implementar, por más dificultoso que sea, el programa Letta-Draghi. Se puede.
