La vagina más grande del mundo

El sueco Pontus Hulten (1924-2006) fue el primer director del museo Pompidou de París. El Grand Palais parisino le dedica –hasta el 4 de enero– una exposición junto a los artistas Nikki de Saint Phalle y Jean Tinguely y, en justicia, los nombres de los tres figuran al mismo tamaño en los carteles, reivindicándose así el papel de un director de museo como creador al mismo nivel que el de los dos pintores y escultores que le acompañan.

Visitantes entrando en 'Hon', obra de Nikki de Saint Phalle auspiciada por Pontus Hulten, en Estocolmo, en 1966

Visitantes entrando en 'Hon', obra de Nikki de Saint Phalle auspiciada por Pontus Hulten, en Estocolmo, en 1966

ARCHIVO

Así, en los vídeos, vemos a un sonriente Hulten –cuando dirigía el Moderna Museet de Estocolmo– con una sierra cortando partes de Hon, la figura gigante de pasta de papel de Nikki de Saint Phalle que representaba a una mujer embarazada por cuya vagina gigante –la más grande del mundo, aseguraban: 28 metros de longitud por 9 de ancho y 6 metros de alto– debían entrar los visitantes. Aunque la polémica obligó a retirar poco después la obra, por dicho orificio pasaron 100.000 personas Las risas de Hulten, manchado de cola, diciendo mientras la montaba “no sé qué pasará aquí”, enamora al visitante y despierta la nostalgia de cuando la provocación ocupaba no solo los espacios periféricos sino la dirección de los centros de arte.

Al presidente de la Reserva Federal o de mi banco debo exigirle prudencia... ¡pero no al director de un museo contemporáneo!”

La figura del gestor gris e invisible se ha mitificado. Lo que resulta una virtud en la política deviene mediocridad en la gestión artística. Al presidente de la Reserva Federal o de mi banco debo exigirle prudencia... ¡pero no al director de un museo contemporáneo! Hulten vio el arte como un modo de cambiar el mundo y las exposiciones que comisarió dejaron en sus visitantes una huella que hoy aún nos interpela.

Aquí, resulta evidente que las propuestas del CCCB, el Museu Picasso o La Virreina no resultarían tan atractivas sin tener a Judit Carrera, Emmanuel Guigon o Valentín Roma al frente. Existe un vacío en la historia de nuestros jefes de museo y, aunque entiendo que no todos despierten el interés de ensayistas y biógrafos, están por escribir historias fascinantes como la de Manuel Borja-Villel (un narrador hábil sacaría oro de su dramático final, acosado por la caverna, en el Reina Sofía).

Pontus Hulten, en las obras del futuro Pompidou, en París,, en 1974

Pontus Hulten, en las obras del futuro Pompidou, en París,, en 1974

CENTRE POMPIDOU

Si en la música está muy asumida la universalidad (la OBC está dirigida por un francés, y pronto la batuta del Liceu la blandirá un británico), nos cuesta pensar en directores foráneos para los centros de arte, mientras que sí ha habido españoles al frente de la Tate Modern londinense o el Jeu de Paume de París. Hulten triunfó en el Pompidou porque nadie hizo caso a las intensas protestas nacionalistas que levantó su nombramiento. Su pasión, creatividad y conexión con los mayores artistas de su tiempo lo convirtieron en el más ilustre de los franceses, aun sin pasaporte.

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