Verano amargo

Se ha puesto de moda maldecir el verano. Calor y masificación son los argumentos principales que traen a colación los embajadores de la amargura para demostrar que esta es la peor época del año. Hay quien se apunta también a esta tendencia desde el supuesto solidario, culpabilizando a quienes disfrutan de sus vacaciones de las penurias de los que no pueden hacerlo. En conjunto son más o menos los mismos que a finales de noviembre empiezan a maldecir la Navidad o que se pasan dos semanas dando la brasa por el ruido de los petardos de Sant Joan. Dado que ningún asiento es de su gusto quizás cabría definirlos como almorranas parlantes.

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Pep Morell / Efe

No vamos a negarles que llevan razón en alguno de sus planteamientos. Ciertamente, hay días y noches en los que la canícula se hace insoportable. Y también es verdad que hay lugares que en estas fechas alcanzan una densidad humana equiparable a la de las granjas de engorde. Sobre lo primero no hay nada que hacer, más allá de refrescarse cada uno como sepa y pueda. Sobre lo segundo, en cambio, habrá qué decirles a estos cenizos que cada uno es responsable del lugar que escoge para el solaz. Y que si acaban en playas en las que hay que pelear por disponer la toalla en la arena solo ellos son culpables de su elección. Quedan dispensados de responsabilidad los lugareños, pues no hay tutía para ellos cuando se les viene encima la turba.

Contra el calor no hay nada que hacer, más allá de refrescarse cada uno como sepa y pueda

De un tiempo a esta parte los medios de comunicación también se han sumado a este ejercicio de mortificación estival ilustrando a diario y de mil formas distintas los males que acarrea la temporada de verano. El periodismo ha devenido no cenizo, sino lo siguiente. Como si su objetivo no fuera otro que el de airear la amargura, anticipar desgracias y convertir en patologías lo que toda la vida ha sido simple y llanamente normal.

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Afortunadamente la mayoría resiste donde debe. Esto es, en la alegría del buen tiempo y los días largos, en el disfrute de la cerveza fría y los cuerpos tostados y en el saber que cualquier noche, de lunes a domingo, puede salir el sol y que cada día, de martes a lunes, puede visitarnos la luna. Así que ya saben, cuando adviertan la presencia de una almorrana parlante deséenle con entusiasmo un feliz verano. Hacer rabiar a estos amargados también forma parte del encanto de estas semanas.

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