El consenso inesperado

El consenso inesperado
Escritor y enigmista

En octubre hará veinticinco años que publiqué mi primera columna aquí en La Vanguardia , en una sección bautizada por Quim Monzó como El Runrún, y nunca había topado con un tema que generara un consenso tan elevado. En el 2000 no existían las redes sociales ni los periódicos tenían versiones digitales, con la opción de añadir comentarios en caliente. Los lectores que querían reaccionar a una columna debían enviar cartas franqueadas. Conservo un montón que lo atestigua.

Nueva promoción de Casas en la zona más baja de Age – La Cerdanya.  Joan Reyes / Nord Media

  

Joan Reyes / Nord Media

La generalización del correo electrónico facilitó la interacción, hasta el punto de que en el 2007 publiqué un libro de artículos (Enviar y recibir) que incluía las reacciones, reproduciendo tras la columna los textos de los correos, sin divulgar los nombres de los autores. Aún faltaban un par de años para empezar a interactuar por Twitter y era inédito mostrar en negro sobre blanco la variedad de reacciones, a menudo de signo opuesto, que generaba una columna. Hubo casos que rozaron la unanimidad, como cuando, a raíz del mal llamado crimen del rol, defendí esos juegos y la comunidad de jugadores aplaudió, o cuando por Navidad reproduje sardónicamente fragmentos del Camino de monseñor Escrivá y una multitud de miembros del Opus escribieron para intentar hacerme ver la luz. A pesar de ello, siempre había opiniones contrapuestas.

Hay consenso social para crear un Sindicato de Segundas Residencias

Nunca vi un consenso tan abrumador como hace tres lunes, tras la columna sobre los costos de mantener segundas residencias en dos enclaves clásicos del veraneo barce­lonés –el Empordà y la Cerdanya– contrapuestos a la gran dificultad de conseguir primeras residencias.

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Más allá de las opiniones políticas, religiosas o deportivas, que son las chispas que encienden todos los fuegos, hay elementos inocuos de la conversación social que también generan polémica, como los pati­netes, los tranvías o las palomas. Pero las segundas residencias los superan con creces, seguramente porque­ apelan al sentido de la propie­dad. La reacción airada de los comentarios que vertieron los lectores fue tan unánime que si convocan una manifestación, movilizarán a más gente que el Sindicat de Llogateres. Sobre todo si se citan en la AP-7.

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