En el año 69 a.C., un joven Julio César, con apenas treinta y un años, viajó a Gades –la actual Cádiz– para cumplir sus funciones en Hispania como cuestor (era el primer cargo del escalafón político). En el 69 a.C., Julio César, cuestor en Hispania, visitó en Gades el templo de Hércules. Al ver la estatua de Alejandro Magno, rompió a llorar: a su edad, Alejandro ya había conquistado el mundo y él aún no había hecho nada memorable. En Roma, la carrera política seguía un cursus honorum, un itinerario ordenado y vigilado para ascender, algo así como el currículum vitae de un político… aunque entonces no lo llamaban CV. El sentido actual es moderno, pero eso es otro artículo.

Recuerdo todo esto por la plaga de falsificaciones del CV que nos invade. Ahí está Noelia Núñez, diputada del PP, que se adjudicó un doble grado que no había cursado; Ignacio Higuero, ya exconsejero de Vox de Extremadura, que declaró una licenciatura que no existía en 1993. Por lo menos han dimitido, no como Pilar Bernabé, delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, que también inventó una titulación en su CV y ahí sigue. No son los únicos, recordemos a la exministra de Sanidad de Sánchez, Carmen Morón, o aquel presidente del PP, Pablo Casado.
No sé por qué se empeñan tanto en inventarse unos estudios que no han hecho
No sé por qué se empeñan tanto en inventarse unos estudios que no han hecho. Pero si en la política actual no hay que
hacer un cursus honorum. No hay que ser licenciado universitario, ahora graduado, para ocupar un puesto político, como nos recuerda cada semana el ciceroniano
Patxi López.
El caso más Torrente (el de Santiago Segura, no el gran Ballester), por lo mal falsificado que está, es del hasta antes de ayer presidente de los socialistas valencianos y comisionado del Gobierno de Sánchez para la dana, José María Ángel Batalla, que falsificó su título universitario para ser funcionario. Gracias a esta hazaña hemos asistido a un momento memorable: la ministra de Universidades, Diana Morant, ¡defendiendo al falsificador y denunciando la “titulitis” universitaria!
La semana pasada reclamaba Lluís Bassat en estas páginas –con buen criterio– que los corruptos, como pasa en EE.UU., deberían devolver el dinero público robado. Con los que nos mienten con su currículum habría que seguir la misma lógica: que cursen las carreras o másteres universitarios que dicen que han estudiado. Ya de paso tendrían que ver, varias veces, la trepidante comedia dramática en la que Leonardo DiCaprio interpreta a un joven y magistral falsificador de títulos y Tom Hanks al implacable agente del FBI que intenta darle caza: Atrápame si puedes.