El asesinato de Maria Castillo, de 79 años, a manos de su hijo Sergi, de 54, la semana pasada en Torelló ha destapado un inadmisible agujero en nuestro sistema que nos deja la duda de si el crimen se podía haber evitado. Rosa, hija de la víctima y hermana del asesino, relató ayer en RAC1 las circunstancias de este suceso que demuestra la indefensión que sufren las numerosas familias que se encuentran con problemas similares.
El autor, ahora encarcelado, sufre una esquizofrenia que provoca episodios violentos graves hacia sus propios familiares e incluso, con policías. El historial de esta persona es muy conocido en Torelló. Pero de nada han servido las denuncias presentadas, ni los informes médicos, ni las órdenes de alejamiento, ni la prohibición de comunicación con su madre que pesaban sobre el asesino.
Cada vez que sufría un brote violento o entraba en la casa de su madre a destrozar lo que encontraba, se lo llevaban detenido y quedaba en libertad. El primer episodio grave que sufrió su madre fue en 2021 y el juicio iba a celebrarse este mes de septiembre. ¡Cuatro años! La juez que atendió dos días antes del asesinato al hijo por quebrantar la orden de no comunicarse con su madre, solo consideró ese antecedente de 2021 y no tuvo en cuenta el resto del historial del agresor. Por tanto, lo envió a casa donde horas después entró en el domicilio de su madre y la mató a golpes.

Cinta policial en la calle de Torelló donde se produjo el matricidio
Rosa se hace preguntas lógicas como por qué los informes médicos no proponían su internamiento en un centro sanitario para recibir un tratamiento adecuado. O por qué la justicia no unificó el resto de denuncias y solo se centró en la relativa a su madre para alejarlo de la víctima. El resultado ha sido el peor de todos. La protección del enfermo es evidente, pero se desprotege a los familiares, cosa que la nueva ley que se prepara todavía empeora más.
No imagino el cargo de conciencia que pesa en los jueces, policías y médicos que han tratado directamente este caso durante años. Ni tampoco es imaginable el dolor irreparable de la familia. Nada de esto tiene remedio. Lo único que nos queda es que la muerte de Maria sirva de lección colectiva y, como pide Rosa, nadie más vuelva a pasar por este trágico trance.