Barcelona organizó en 1992 uno de los mejores Juegos Olímpicos de la historia. La capital catalana recibía en aquellos tiempos 2,5 millones de turistas al año, muy lejos de los 15,5 millones del 2024. La ciudad, a partir de la cita olímpica, se hizo un nombre en la escena global, pero también tuvo reflejos a la hora de dar una nueva vida a los equipamientos construidos o restaurados para albergar los Juegos. Basta con pasear por el anillo olímpico de Montjuïc que gestiona la empresa pública BSM (estadio Lluís Companys, Palau Sant Jordi y la gran explanada). Están impecables y generan ingresos para las arcas públicas.
También nació la Vila Olímpica, un barrio 100% integrado en la ciudad. En cambio, sorprende que símbolos que vieron la luz en el 92 en este vecindario, como la fuente dedicada a Cobi o la plaza de los Campions, exhiban una imagen tan decadente. No basta con cuidar solo el legado que aporta beneficios. Por eso, es una buena noticia que el Ayuntamiento de Barcelona tenga la intención de adecentar estos espacios.