Paseando por Barcelona, como en la canción de Quico Pi de la Serra, me abordan, por este orden, dos mendigos, un proselitista de una ONG con acreditación para ser maleducado, un matrimonio de turistas despistados y un hombre que me entrega un prospecto de un local de compra y venta de oro, relojes de lujo y joyas de segunda mano.
Un columnista como dios manda sabría relacionar la mendicidad, la solidaridad no gubernamental, la masificación turística y el negocio del oro, pero no es mi caso. El prospecto utiliza la primera persona del plural –“compramos oro”–, a diferencia de los letreros de algunas tiendas del mismo gremio, que se anuncian con un categórico “compro oro”. El plural, deduzco, suaviza la intimidación comercial. Insistiendo en el plural, también dice “somos los que más pagamos”. Y aquí el redactor publicitario demuestra que domina el arte de la persuasión y le da la razón a una de las máximas de la publicidad: “Cuando intentas persuadir significa que no tienes argumentos para convencer”. Después de “somos los que más pagamos”, el redactor añade, entre paréntesis y con un cuerpo de letra más pequeño, “Todo el mundo lo dice”.
Es una buena estrategia: admitir que la afirmación de ser los que más pagan puede ser un timo y, a continuación, desmarcarse de este método como la prueba de una singularidad meritoria. Supongo que los compradores y vendedores potenciales no deben tener en cuenta estos matices. Pero si se reparten prospectos debe ser porque saben que acaban movilizando el tipo de cliente dispuesto a arrancarse un diente de oro o a vender las joyas y los relojes familiares.
Desde el punto de vista narrativo, sin embargo, afirmar que eres el que más paga y admitir que todo el mundo lo dice, te sitúa en una espiral infinita. Salvando las distancias, recuerda lo que sucede con los comercios de empanadas argentinas. Hace años que se multiplican con una profusión que no se ajusta a la sostenibilidad entre oferta y demanda. Y al final para que el cliente no crea que todos esconden algo, los comerciantes más espabilados han empezado a anunciarse como lo que son –vendedores de empanadas argentinas– (que es lo que dice todo el mundo), pero, además, añaden el complemento singular de “auténticas”.
