Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores de la Federación Rusa, marcó el tono de la cumbre de Alaska desde el primer momento en que pisó suelo norteamericano, otrora territorio de la Rusia imperial. Lavrov llegó al hotel donde se alojaría su delegación con una clara declaración de intenciones, plasmada visualmente en un jersey con el icónico CCCP, siglas cirílicas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas: Soyuz Soviétskikh Sotsialistícheskikh Respúblik.
Donald Trump, por su parte, preparó una bienvenida desbordada de euforia, elogios excesivos y un tono militarista, propio de la guerra fría. El recibimiento a Putin incluyó dos columnas de soldados de todas las ramas de las fuerzas armadas estadounidenses y, por si fuera poco, se hizo colocar cuatro cazas de combate flanqueando el escenario dispuesto para la foto histórica.

La elección de la base Elmendorf, en Anchorage, como sede de una negociación de paz fue, desde el principio, un error. Y Alaska 2025 terminó en fracaso. La guerra continúa y habrá más muertes.
Putin, quien lloró la caída del muro de Berlín cuando aún era agente del KGB, se hizo entonces una promesa: devolver a Rusia su esplendor, su fuerza y su liderazgo. Con ese espíritu, el de recuperar el pasado, acudió a Alaska. No viajó para hablar de paz, sino para dejar claro quién es y a quién cree representar.
Trump, patético, le aplaudió a su llegada y tuvo que soportar ante el mundo la rueda de prensa más vergonzosa jamás organizada por la Casa Blanca.
Y aún hubo más: en una sorprendente muestra de protocolo militar, una escuadrilla de F-22 escoltó el Túpolev-142 de Putin hasta que abandonó el espacio aéreo de Estados Unidos. Cuando Trump visite Moscú –formalmente invitado por Putin– el Air Force One podrá ser escoltado durante varias horas por MiG-35.
Alaska dejó a Trump expuesto ante el mundo y le enseñó una lección: un alto el fuego y la vida de miles de civiles no se negocian como la compra de un edificio de Madison Avenue en un reservado de Smith & Wollensky.
Alaska confirmó a EE.UU., a Ucrania y a Europa que Trump es tan poco fiable como Putin. La paz solo llegará con las cesiones territoriales a las que se niegan Ursula von der Leyen y Volodímir Zelenski, y nada ni nadie hará que Putin abandone su proyecto de expansión. Solo con más territorios cumplirá su sueño de construir una Rusia poderosa, como la simbolizada por las cuatro letras del jersey de Lavrov: CCCP.