Una parte de España empieza a estar harta y otra ya se hartó hace tiempo. Con León, Orense, Zamora, Salamanca y Cáceres ardiendo prácticamente por los cuatro costados, el sentimiento que surge es de indignación por la falta de medios y de prevención. Las redes sociales están ejerciendo de altavoz. O algo cambia o lo acabaremos pagando caro.
España se quema, o la queman, y resulta indignante ver a vecinos de todas las edades intentando apagar las llamas. Es instintinvo jugarse la vida en esos momentos. “No hay medios” o “esto se veía venir y nadie hizo nada” es el comentario más habitual estos días. Quien se queja tiene toda la razón.

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Ocurrió durante la covid (íbamos a salir más fuertes), en la Dana de Valencia, en Filomena o en otras tragedias. Las administraciones no cumplen cuando se las necesita y se limitan a culpar al rival. España es un país en el que se tiene que dimitir por falsear currículum, pero no se hace por no saber gestionar tragedias.
Hay quien está indignado por el abandono de los montes (lo que es real), por la falta de medios cuando comienza a observarse el humo, por las medidas en ocasiones draconianas que se piden a agricultores y ganaderos… Y cuando hay un problema son los vecinos quienes tienen que remangarse y jugarse la vida. Pedir confianza en las instituciones no funciona en este momento.
El cabreo que hay en León es brutal pic.twitter.com/Fz0bZqI5A8
— Txapu (@txapucabor) August 18, 2025
La hartura no va de izquierdas ni de derechas. Es transversal y toca los sentimientos más profundos de las personas que sufren una tragedia. Cuando se pierde todo es normal que surja la indignación. En este contexto hay quien intenta sacar provecho del dolor (en esta última frase “provecho” se podría haber sustituido por “votos”). Ya lo advirtió el Rey Felipe VI en Paiporta y es así: hay interés en crear caos.
Sánchez propone un pacto de Estado imposible, pero PP no va a echar ninguna mano al PSOE en lo que quede de legislatura. Se avecina un septiembre aún más tenso del julio que dejamos atrás en la política patria. Feijóo y los barones golpeados por la tragedia intentan trasladar el mensaje de que el país no funciona, pero obvian que ellos también son Estado y que no tomaron las medidas oportunas. En las tres autonomías golpeadas se sigue reduciendo impuestos a quien no lo necesita y eso resta recursos para prevenir catástrofes.
Y en medio de este malestar la derecha extrema sigue captando potenciales votantes. Las redes sociales son esenciales en estos momentos. Torre-Pacheco, Jumilla y los incendios. El país lleva más de medio agosto desplegándose por una peligrosa pendiente. Todo tiene relación. “Sólo el pueblo salva al pueblo” es el eslogan que cala. Craso error pensar que eso es así. Es todo lo contrario: solo un pueblo bien gestionado es capaz de hacer frente a estos discursos apocalípticos.
España tiene que hacer una reflexión sobre lo que está ocurriendo este verano. En el caso de los incendios, hemos descuidado los servicios de prevención y no hemos limpiado los montes. Urge repensar el papel de las políticas y reenfocar los servicios públicos para volver a sentirnos orgullosos de nuestra contribución fiscal. A quien piensa que un país sin impuestos funcionaría mejor se le podría preguntar: ¿Usted se siente orgulloso de la UME? Es un debate que nos incumbe a todos si queremos dejar un país mejor a las futuras generaciones. El trumpismo no puede ser la única alternativa.