El primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, ha conseguido que el ministro de Defensa, Israel Katz, apruebe el plan militar y los “preparativos humanitarios” subsiguientes para la conquista total de la ciudad de Gaza y la evacuación completa de esta urbe en la que malviven más de un millón de palestinos, muchos de ellos ya desplazados de otros enclaves de la franja. La ejecución del plan supondrá, por tanto, más desarraigo y un grave peligro para cientos de miles de palestinos en las zonas a las que se extenderá la acción militar. Y después de casi dos años de guerra, a la población civil ya no le queda ningún lugar adonde ir.
La decisión, aprobada hace unos días por el Gabinete de Seguridad israelí, supone una nueva escalada de la guerra y ha sido criticada ampliamente por la comunidad internacional. Para llevarla a cabo, el Gobierno ha enviado ya órdenes de movilización a más de 60.000 reservistas, mientras que otros 70.000 deberán extender su actual servicio durante 30 o 40 días más. Tras 22 meses de guerra, muchos soldados, víctimas de agotamiento y estrés, han expresado su oposición a seguir sirviendo en el ejército.
El plan, que ha recibido en Israel también duras críticas tanto por parte de su cúpula militar –más por su complejidad logística que por razones éticas– como por los familiares de los rehenes todavía en manos islamistas, tiene cinco objetivos: el desarme completo de Hamas; el regreso de todos los rehenes, tanto los vivos como los muertos; la desmilitarización de la franja de Gaza; que Israel asuma el control de la seguridad del territorio, y el establecimiento de una administración civil alternativa que no sea ni Hamas ni la Autoridad Palestina. El plan se centra inicialmente en tomar el control total de la ciudad de Gaza y reubicar a su millón de habitantes más al sur.
El plan militar para tomar la ciudad de Gaza movilizará a 130.000 reservistas
El desplazamiento forzoso de los gazatíes siempre ha estado en la agenda de Netanyahu. Desde la propuesta de Donald Trump de crear la “Riviera de Oriente Medio” hasta el plan lanzado por el ministro de Defensa israelí de construir un campamento sobre las ruinas de la ciudad de Rafah, han sido varias las iniciativas que tienen como objetivo final echar a los palestinos de su tierra. Países vecinos, como Jordania y Egipto, han rechazado las insinuaciones, entre otros de Trump, de que podrían acoger a los palestinos.
Aunque Israel rechaza las acusaciones de desplazamiento forzado y limpieza étnica, el análisis de su propia conducta alimenta el argumento de que está siguiendo esa política, algo que podría constituir un crimen de guerra según las convenciones internacionales. Pero ni esas denuncias ni las críticas de la comunidad internacional afectan a un Netanyahu decidido a alargar la guerra todo lo que sea necesario pese a las alegaciones de que Hamas ya no constituye una amenaza para la seguridad de Israel. Los aliados extremistas de su coalición amenazan con derribar su Gobierno si cesa la ofensiva contra los palestinos.
No hay que olvidar que, para el premier israelí, eternizar el conflicto es su seguro de vida político. Netanyahu es muy vulnerable a los elementos más ultras y religiosos de su Gabinete y necesita su apoyo en la construcción de un Eretz Israel que ayer dio otro paso al aprobar el Gobierno un polémico plan de asentamientos para construir 3.400 viviendas en la Cisjordania ocupada, que la dividiría en dos partes e impediría la creación de un eventual Estado palestino con continuidad territorial.
El Gobierno israelí ignora la última propuesta de tregua aceptada por Hamas
Netanyahu vuelve a tener sobre la mesa una nueva oferta de tregua propuesta por Egipto y Qatar. Hamas la aprobó el lunes, pero Israel aún no ha dado una respuesta. El plan prevé la liberación de 200 presos palestinos y de un número indeterminado de mujeres y menores detenidos sin cargos. A cambio, Hamas entregaría a diez rehenes vivos y los cuerpos de otros 18 fallecidos. Tel Aviv insiste en exigir a Hamas la liberación de todos los secuestrados.
El único que podría forzar y obligar a Netanyahu a aceptar una tregua es Trump, pero no ha vuelto a presionarle para que acepte un acuerdo, como hizo poco antes de llegar a la Casa Blanca, cuando forzó la firma de un alto el fuego entre Israel y Hamas que duró de enero a marzo. Es más, el presidente ha adoptado la tesis de Netanyahu de que es necesario acabar con Hamas antes de poner fin a la guerra, un objetivo que analistas y estrategas militares ven inalcanzable.
Y como efecto colateral de este conflicto, las relaciones entre Israel y Francia entraron ayer en una grave crisis después de que Netanyahu acusara al presidente Macron de alimentar el antisemitismo, una acusación que el Elíseo calificó de “abyecta y errónea”, al tiempo que criticaba, como también hizo Alemania, la decisión israelí de tomar la ciudad de Gaza.