El Gobierno de Estados Unidos ha sido acusado por Amnistía Internacional de utilizar herramientas de inteligencia artificial para vigilar a inmigrantes y atacar a extranjeros en las protestas propalestinas desarrolladas en los últimos meses en ciudades y campus universitarios del país. Según la oenegé global, una revisión de los registros públicos, incluidos los del Departamento de Seguridad Nacional, muestra que el software permite la vigilancia masiva para evaluar e identificar a aquellos ciudadanos que no son estadounidenses.
Amnistía Internacional denunció ayer que “el Gobierno estadounidense está implementando tecnologías invasivas basadas en IA en el contexto de una agenda de deportaciones masivas y una ofensiva contra las expresiones propalestinas, lo que ha provocado numerosas violaciones de derechos humanos”. Para la oenegé, “esto ha generado un patrón de detenciones ilegales, creando un clima de miedo y exacerbando el efecto intimidatorio para las comunidades migrantes y los estudiantes internacionales”. AI pide a las empresas tecnológicas Palantir y Babel Street –proveedoras del Gobierno– que cesen de inmediato su colaboración con la Administración en materia migratoria. Especializadas en el análisis de datos a gran escala y al instante, tienen varios contratos gubernamentales, en especial en defensa e inteligencia.
El uso de herramientas de vigilancia con inteligencia artificial aumenta la capacidad del presidente Trump para incrementar su política autoritaria de deportación de personas en situación irregular o simplemente por manifestarse en contra de determinadas políticas de su Administración. El presidente defiende una IA sin regulaciones: más poder para Silicon Valley y control sobre los contenidos. Hace unos días, firmó una orden ejecutiva en la que se afirma que el Gobierno solo comprará modelos de IA que sean neutrales y no partidistas, pero, en realidad, obligará a que las compañías tecnológicas se ajusten a la ideología de la Administración.
Amnistía Internacional culpa a EE.UU. de usar la IA para vigilar a inmigrantes y a activistas propalestinos
La medida, leída como una avanzada del movimiento MAGA sobre el diseño narrativo de la IA, viene siendo respaldada por sectores conservadores y cuestionada por organizaciones de derechos civiles, que advierten sobre el riesgo de censura y manipulación de datos. De hecho, según analistas y profesionales, la orden forma parte de una estrategia republicana para “lograr el dominio global de la inteligencia artificial”.
En el fondo, la Casa Blanca espera que las tecnológicas se ajusten a la versión de la realidad que difunde la Administración, la cual incluye, entre otras, que las iniciativas para mitigar la discriminación laboral son un ataque a la meritocracia, que las personas transgénero no deben ser reconocidas y que el cambio climático no existe. Expertos en ética tecnológica ya han alertado sobre la falta de controles en temas como la privacidad, derechos digitales, sesgos algorítmicos y seguridad.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump libra una ofensiva antiinmigratoria y también ha lanzado una cruzada en contra de las universidades en cuyos campus se manifestaron movimientos propalestinos en protesta por la guerra en Gaza. Sin pruebas, las ha acusado de tener políticas antisemitas y las ha criticado por sus sesgos woke (conciencia de problemas como el racismo, la discriminación y la desigualdad social). Como consecuencia, la Administración republicana ha adoptado medidas para expulsar del país a los estudiantes y profesores extranjeros que participaron en ellas. También suspendió la tramitación de visados para escrutar las redes sociales de los solicitantes de admisión.
El presidente apuesta por el control de los modelos de algoritmos y software utilizados por el Estado
El imparable avance de la IA y su utilización inadecuada si no se regula puede suponer una amenaza para los derechos humanos, pues acrecienta las desigualdades raciales y aumenta la vigilancia. En otro orden de cosas, pero siempre en esta línea de creciente autoritarismo, Trump ahora también carga contra el wokismo en el ámbito cultural, decidido a que los museos del país muestren la historia tal como él quiere, no como fue. Su orden a la institución Smithsonian para que, en cuatro meses, revise los contenidos de una docena de sus museos y los alinee con “los intereses estadounidenses” va en esta línea, así como su amenaza de recortarles fondos, como ya ha hecho con las universidades que considera díscolas.
Otros ejemplos del progresivo autoritarismo trumpista son la militarización de la ciudad de Washington, el despliegue de la Guardia Nacional en California y una serie de medidas para concentrar el poder en sus manos, como las purgas en las instituciones con el despido de funcionarios y asesores que no le ríen las gracias y el rediseño de distritos electorales en varios estados.