Quítame allá esa competencia

Quítame allá esa competencia
Directora adjunta

Se tiende a pensar que la organización política de un estado es algo que afecta solo al poder, con escasa repercusión en nuestras vidas. La dana de Valencia o los incendios de estos días nos demuestran la importancia de saber quién o quiénes son los responsables de afrontar determinadas necesidades. No solo en situaciones de emergencia, sino también ante problemas estructurales, como la vivienda.

El modelo autonómico es ambiguo. La Constitución dejó en el aire parte de la distribución competencial y el TC ha ido modelando el reparto caso a caso. Pero es imposible dividir la realidad en compartimentos estancos. Es lógico que haya materias transversales y, por tanto, la colaboración es esencial. Y eso es lo que falla, incluso ante crisis extremas. Hoy, la mayoría de los gobernantes autonómicos se muestran muy celosos de sus competencias cuando el Ejecutivo central se dispone a legislar, pero adoptan cierta pose de desvalimiento cuando ocurren desgracias en su territorio. También hay algunos nacionalistas que consideran poco menos que una humillación pedir ayuda estatal cuando no dan abasto o gobiernos centrales que legislan sin aportar los recursos para cumplir sus decisiones.

En el reportaje que publica hoy Mayka Navarro sobre nuestra preparación ante la nueva generación de incendios de inusual virulencia, los expertos advierten que ninguna comunidad tiene ni podrá disponer de los medios para hacer frente a ese riesgo y que deberán coordinarse no solo con el poder central, sino también con el resto de las autonomías para consensuar una misma forma de trabajar por parte de los bomberos. La conclusión es aplicable a más ámbitos. No solo es precisa la lealtad entre poder central y regional, sino que también habría que inaugurar una fase de más relación entre autonomías por encima de los colores políticos. Y, por último, asumir que existe una asimetría en la voluntad de autogobernarse por parte de algunos territorios. Mientras, el actual reparto político, con el PSOE en el Gobierno central y el PP en la mayoría de los autonómicos, propicia más ruido y un espectáculo lamentable que solo beneficia a la ideología que vive un apogeo indiscutible, la que reclama la supresión de las autonomías y aboga por liderazgos fuertes, eufemismo en este caso de autoritarios.

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