Una fábrica de incrédulos

Se acercan días difíciles: las vacaciones acaban y el nuevo curso político asoma. Parece que fue ayer cuando el Congreso acogió el último pleno antes del verano y tumbó –¡gran hazaña!– el plan contra los apagones. Pero eso fue hace ya cinco semanas. Es fácil acordarse, dada la tormenta que caía: los ensordecedores truenos del caso Montoro enlazaban con los cegadores rayos del caso Cerdán.

Pleno Congreso de los Diputados Pedro Sanchez Alberto Nuñez Feijoo

 

Dani Duch

Ahora que llega la rentrée, abundan las conjeturas sobre lo que nos deparará el nuevo curso. Unos afirman que Pedro Sánchez guarda en la recámara una batería de medidas sociales; ya ha propuesto su plan contra la crisis climática (que acaso corra la misma suerte del de los apagones). Su objetivo sería retomar la iniciativa, repeler el acoso del PP y sobrevivir. Otros aseguran que, en efecto, los conservadores no cejarán en el acoso a Sánchez, sus familiares, correligionarios, amigos y conocidos, mientras contienen la respiración ante el juicio del caso Kitchen, que sentará en el banquillo al exministro Jorge Fernández Díaz. Ese sería el plan de los conservadores. Más de lo mismo.

En vísperas de un viaje por carretera, es aconsejable revisar el estado del coche: presión de neumáticos, cambio de aceite y filtros, nivelación de líquidos, etcétera. Es preciso comprobar que todo funciona. Si el coche no frena, pongamos por caso, conviene repararlo antes de salir. Si escupe negros nubarrones por el tubo de escape, contaminando sin tasa, también. Y si no sufre averías pero lo pilota un conductor suicida, lo mismo.

A la democracia española, además de estrategias de partido para el nuevo curso, le vendría bien una revisión a fondo. No para cancelarla, como querrían los ultras, sino para sanearla. Su estructura presenta síntomas de corrosión, que a todos nos afectan. Pero quienes la dirigen, pese a ser corresponsables de ellos, miran hacia otro lado (hacia el rival) cuando se les reprocha esa corrosión, como si no fuera cosa suya. Entretanto, se van perfilando las condiciones para que, un día u otro, llegue el colapso. Es en ese chasis dañado en lo que hoy deberían estar fijándose, no en la última abolladura de la carrocería.

En una democracia con buena salud se aprecian la igualdad y la transparencia, se actúa con ánimo constructivo, se rinden cuentas, se persiguen los abusos, se valora una justicia independiente, se protege el Estado de derecho. Se exhiben aciertos y se reconocen errores. En la democracia española, calificada de plena en los índices internacionales, todo eso no sucede cada día.

La democracia solo puede funcionar si todo el mundo se la cree, y para eso hay que sanearla

Los pilares de nuestra democracia conocieron tiempos mejores. Su día a día, también. Las Cortes, sede de la representación del pueblo español, se han convertido en un cuadrilátero donde los grandes partidos sobreactúan y abochornan a los representados. La (falsa) impresión que allí crean es que toda la escena política apesta. Es difícil imaginar un consejo de administración, una junta directiva o un patronato que, voluntariamente, se presente de modo tan derogatorio. Pero eso es lo que hacen los partidos mayoritarios en las Cortes. Mejor sería que pactaran para corregir errores comunes.

La mayoría de los jueces operan con ecuanimidad y tesón, pero otros se obstinan en retorcer instrucciones, como si hubieran condenado ya al encausado antes de fallar el caso. Hablar, como se habla, de jueces soldado o de lawfare debería disparar las alarmas. Ignorarlas sería suicida.

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Algo parecido podría decirse de la policía, en cuyo seno han actuado mandos con intereses espurios, que minan la confianza popular. Mientras tanto, la prensa independiente vive días difíciles, en los que desde altas instancias políticas se la perjudica con falsedades que van borrando el límite entre verdad y mentira.

La democracia solo puede sobrevivir si todo el mundo se la cree. La nuestra está generando incrédulos. Es urgente repararla para fortalecerla. La victoria de un partido u otro es secundaria cuando el sistema falla tanto. Un nuevo caso de corrupción puede favorecer los intereses del rival. Pero su pan para hoy será mañana miseria para todos: la suma de tantas desviaciones es veneno para cualquier democracia.

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