Decir la verdad, toda la verdad y solo la verdad. En las películas americanas se utiliza esa fórmula para sustituir el “sea vuestro sí, sí; sea vuestro no, no”, que suena a Evangelio.
En la película Pinocho, al muñeco se le alargaba la nariz cuando mentía.

A veces, cuando oigo hablar a personajes públicos, pienso lo complicado que sería andar por la calle ahora, tropezándome con tantas y tantas narices alargadas, porque, exagerando un poco, pero no mucho, estamos en la sociedad de la mentira.
Me tranquilizo pensando que eso ha pasado siempre. Ya en tiempos de Cristo, los fariseos y los escribas se llevaban unos chorreos impresionantes. La palabra hipócritas fue lo más amable que se oyeron.
La sociedad de la mentira está muy relacionada con la sociedad de las fake news y con la de lo políticamente correcto y con la censura.
La sociedad de la mentira está muy relacionada con la sociedad de las 'fake news', con la de lo políticamente correcto y con la censura
Porque hay que cuidar lo que se dice en ciertos temas o ciertas palabras. Cuando en una conferencia hice referencia a “un negro” (“persona que trabaja anónimamente para lucimiento y provecho de otro, especialmente en trabajos literarios”), un asistente se levantó para pedirme, por favor, que no insultase a personas de otras razas.
Ese señor hablaba en políticamente correcto por pura ignorancia, no por sacar provecho.
Pero a mí me preocupa el que miente por conveniencia.
En este campo ha habido un avance sustancial, que consiste en mentir mirando a los ojos. A esto ayuda bastante la televisión. Porque una cosa es mirar a los ojos de la persona con la que estás conversando y otra, mirar directamente a la cámara.
Si, además, lo haces muy serio y poniendo cara de ”¿no te habías enterado?”, la mentira es prácticamente perfecta, aunque se tire de hemeroteca o videoteca y se vea que hace cuatro días dijiste lo contrario.
Más perfección todavía, cuando a la mentira se le cambia el nombre y se le llama “cambio de opinión” o, peor aún, “hecho alternativo”.
“Sea vuestro sí, sí: sea vuestro no, no”. “La verdad, toda la verdad, nada más que la verdad”.
Sócrates identificaba la verdad con el bien moral, queriendo decir que quien conociera la verdad no podría menos que practicar el bien. Saber y virtud coinciden. Por lo tanto, quien conoce lo recto actuará con rectitud y el que hace el mal es por ignorancia.
Se ve que cuando Harvard, en 1643, eligió como tema “Veritas”, estaba comprometiéndose a algo muy profundo.
En el siglo XIX, en España, Campoamor había escrito: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”.
Relativismo. Según esta doctrina, que a muchos les gusta, LA verdad no existe. Si tú tienes la tuya, y nuestra discusión se basa en tu verdad, me ganarás siempre. Y al revés.
Ya se ve que así no vamos a ninguna parte. Y menos aún si, a base de falsear LA verdad, aunque sea falseando toscamente el currículum, vamos medrando.
Criterio. Lo de siempre. Formarse para olfatear lo que dice un pájaro de estos que nos rodean para no dejar que nos metan gol tras gol a base de mentira tras mentira.
Continúo con mi ilusión de la revolución civil, que en esta faceta exige que la sociedad, mejor dicho, las personas que forman la sociedad, tengan el suficiente criterio para rechazar a los que mienten.
Esto sigue dándonos trabajo. Pero como siempre, el esfuerzo vale la pena.