No tan contemporáneo

Nada como el verano para constatar el aborregamiento del ser humano, cuando ejerce de turista, disparándose selfies a troche y moche. Curiosamente, el destino turístico es la principal circunstancia que las origina.

Turismo en la ciudad de Barcelona. Un grupo de turistas se hacen una selfie junto a la Sagrada Familia.

 

Mané Espinosa

Ese hábito, tan propio de la cultura digital, nació en 1839 de la mano de Robert Cornelius, un estadounidense que decidió fotografiarse frente a su comercio. A pesar de ello, Paris Hilton se considera su creadora, y eso constata que esta costumbre tiene un evidente cariz de autoafirmación del ego, como la banalidad del personaje sugiere. También la podríamos describir como la versión moderna del autorretrato, por tanto, con raíces renacentistas, pero sin una visión tan artística.

Para mí, hacer una selfie es casi siempre dar la espalda a la realidad

Su origen gramatical parte de un foro de internet australiano en el 2002 y se incorpora al diccionario de la lengua inglesa diez años más tarde. Su incremental uso se propagó a partir de la integración de la cámara fotográfica en los smartphones y el auge de las redes (otra mina de postureo de manual de psicología) para convertirse en un acto performativo: expongo lo que estoy viviendo. 

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Su auge permitió que tuviera día mundial, el 21 de junio de cada año, y fuera considerada palabra del año en el 2014, debido a que Ellen DeGeneres, tan brillante como rápida, giró el prisma, por primera vez, de la fotografía de los premiados de los Oscars de Hollywood, y causó un tsunami mediático. De allí al primer libro solo de selfies de Kim Kardashian llamado Selfish y, por contraposición, a la primera publicación de un texto académico en el 2018.

Del narcisismo para alcanzar la visibilidad social, con una dosis de lo que se ha llamado ego-shot, a convertirse en una especie de chupito de amor propio divulgando cómo somos y qué hacemos al mundo que, supuestamente, nos sigue. Esa vanidad tiene un punto de epidémica y vive de conceptos que se retroalimentan, como la hiperrealidad, la teatralización de la vida y el hedonismo. La implantación cultural de internet ha asentado nuevos elementos comunicativos, como son la autogeneración de contenidos en múltiples canales sociales, que ha permitido que obtenga una repercusión cuantitativa de dimensiones bíblicas gracias al etiquetado (tag) : más de cinco billones de selfies en Instagram al día (eso sí que es big data).

Al fin y al cabo, para mí, hacer una selfie es casi siempre dar la espalda a la realidad, que deberíamos estar tratando de entender con los ojos para comprender mejor su significado y vivirla plenamente. Einstein ya lo advirtió: “A menos conocimiento, más ego”. El ser humano queda retratado por su simplicidad, una vez más.

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