La Odisea regresa a las carteleras. The return , con Ralph Fiennes y Juliette Binoche, evoca los episodios finales de la epopeya. The Odyssey de Nolan se estrenará el próximo año con Matt Damon como Ulises y Charlize Theron como Circe, encantadora de hombres. El revival homérico coincide con mi relectura estival de La Eneida . De mi lectura juvenil recordaba el argumento, pero no el severo espíritu del libro, que me ha enamorado.
La Eneida de Virgilio sintetiza, como es sabido, las batallas de La Ilíada y las navegaciones de la Odisea . Lo hace en clave romana: los protagonistas no son héroes invulnerables, sino humanos, frágiles y contradictorios. La obra halaga al emperador Octavio y ofrece al naciente imperio unos mitos fundacionales: Roma es heredera de Troya y Octavio Augusto, en tanto que sucesor de Julio César, descendiente de la estirpe de Eneas (pues su hijo, Iulo, funda la estirpe Julia). Pero La Eneida no puede reducirse a estas evidencias políticas. Lo que seduce de Eneas es su pietas : la fuerza moral, la responsabilidad con que asume el adverso destino de su pueblo, la devoción hacia los ancestros, el compromiso con la gente y la renuncia a sus deseos (el amor de Dido, la necesidad de reposo, su aversión a la guerra). Conmueve el patriotismo de Eneas, basado en la abnegación y el sacrificio.

Roma apenas respetó estos valores, pero los idealizaba. Nosotros también los idealizamos, aunque no los honráramos. Eso fue antes de ese tiempo actual, lleno de ruido y furia, en el que, “ciegos ante el destino, ni sabemos sostener la buena fortuna ni soportar la desdicha”. No quiero, sin embargo, concluir las columnas de agosto con acento pesimista. La aceptación sin quejas de la adversidad por parte de Eneas es un buen modelo en estos tiempos confusos. Su propuesta es sencilla: resistir y persistir.
Huyen de la Troya en llamas, navegan buscando una nueva tierra y naufragan en las costas de Cartago. Con las naves destrozadas, debilitados y abatidos por las desgracias, los compañeros de Eneas se desmoralizan. Él los anima: “Quizá algún día nos complazca recordar estas adversidades”. Todo lo que nos inquieta pasará; y, aunque ahora nos angustia, puede que lo evoquemos con nostalgia.