Xi Jinping y Vladímir Putin mostraron su cara más hierática viendo desfilar en Pekín al impresionante arsenal del ejército chino, que incluyó el misil nuclear Dongfeng-5C, de alcance planetario, que podría convertirlo todo en cenizas. Semejaban dos villanos de cómic dispuestos a mostrarnos sus superpoderes. Intentaban decirnos que el mundo está en sus manos. Putin susurró algo a Xi, que quizás fuera aquella frase de Lex Luthor, que decía: “Si Dios es todopoderoso, no puede ser completamente bueno”.

Durante los tres días que el presidente chino y el ruso han pasado juntos, con la excusa de las celebraciones del 80.º aniversario de la rendición de Japón y el fin de la II Guerra Mundial en Asia, han compartido muchos momentos públicos
y unas cuantas conversaciones privadas. Un micrófono de ambiente captó uno de estos diálogos cuando se dirigían a la tribuna para asistir al desfile militar. “En el pasado era extraño que alguien viviera más de setenta años, pero actualmente con setenta se sigue siendo un chaval”, dijo el dirigente chino, de 72 años. “Con el desarrollo de la biotecnología, los órganos humanos se pueden trasplantar continuamente y las personas podrán vivir cada vez más jóvenes e incluso alcanzar la inmortalidad”, respondió el líder ruso, de su misma edad. Xi añadió: “Las predicciones es que este siglo haya la posibilidad de vivir también hasta los 150”. Parecía un diálogo de la serie El método Kominsky (Netflix) sobre las obsesiones de dos jubilados, interpretados por Michael Douglas y Alan Arkin.
Harari ha escrito en Homo Deus que la guerra contra la muerte es el proyecto más importante del presente siglo y el hombre se esfuerza en derrotarla. No hay reto más apasionante que intentar burlar a la muerte. Lo malo es que, como dijo el físico Max Planck, “la ciencia avanza funeral a funeral”. Pocas personas como Woody Allen han manifestado tan a menudo en el cine su temor a la muerte. Una vez le preguntaron si esperaba vivir eternamente en la pantalla y respondió que preferiría la inmortalidad viviendo en su apartamento. Más o menos como Xi Jinping y Putin.