El boli, la bata y el olor a miedo

La vuelta al cole ya no es lo que era. Hoy los niños regresan con mochilas ergonómicas, tabletas digitales, botellitas de acero inoxidable para el agua y zapatillas con cámaras de aire. En la puerta del colegio, los padres se despiden como si fueran a embarcarlos en un vuelo transoceánico: fotos, abrazos, stories en Instagram….

Los alumnos de primaria y pre escolar de Catalunya comienzan hoy el nuevo curso escolar. En las fotografias, niños y padres asisten con nervios a la Escola Jaume I de Barcelona en el primer dia de colegio. Las fotografias han sido realizadas en la Escola Jaume I, Carrer Melcior de Palau , 134 de Barcelona con expreso permiso del Director de la escuela y AMPA para su publicacion. Educacion , escuela , mochilas , infantil , clase , aula. Barcelona, 14/09/2015. Foto: Luis Tato

 

Luis Tato/Archivo

Los boomers, en cambio, empezábamos el curso con una cartera de cuero duro, más rígida que nuestras propias espaldas, que olía a zapato recién comprado y que duraba años, a menudo heredada de hermanos mayores. Dentro, un plumier con una goma Milan Nata que algunos olíamos a todas horas y un sacapuntas que se atascaba con la primera viruta. El mayor lujo era un boli Bic de cuatro colores que, con suerte, en un mes aún dejaba escribir con tres.

La vuelta al cole de antes no era motivo de selfies, era un día solemne

Las zapatillas eran las que hubiera, generalmente de lona blanca, con la suela tan lisa que patinábamos como en una pista de hielo cuando llovía. El bocadillo, de jamón salado, nocilla o pan con chocolate, se guardaba en papel de periódico y siempre acababa con las noticias aceitadas y el pan aplastado. Los colegios tampoco estaban diseñados para la infancia. Pizarras de tiza, pupitres de madera crujiente y olor a barniz y, sobre todo, a miedo. Porque la autoridad del maes­tro se imponía a base de gritos o un reglazo en los nudillos, algo impensable hoy. Ellos mandaban, los críos aguantábamos, y los padres callaban.

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La vuelta al cole de antes no era motivo de selfies, era un día solemne. Íbamos con bata numerada (en los Salesianos llevaba el 700) y con el pelo recién cortado “a lo cazuela”. No, jamás fue un día amable.

Hoy, en cambio, se vive como un nuevo comienzo. Los padres comparten grupos detestables de Whats­App convertidos en gabinetes de crisis y los niños ignoran que hace unas décadas el regreso al cole era una libreta cuadriculada, la bata con tu nombre bordado por mamá y una bofetada ­pedagógica si levantabas demasiado la voz.

Entre aquello y esto hay un término medio. Ni los reglazos ni las mochilas con wifi; ni el miedo ni la sobreprotección. Tal vez la mejor vuelta al cole sea la que combine un poco de disciplina de antes con un poco de ilusión de hoy. Porque, al final, lo que importa no son las carteras ni las tabletas, sino la aventura, eterna y repetida, de volver a empezar.

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