Darse a conocer

La ciclista y exprofesora que se lucró durante años vendiendo contenido sexual en Onlyfans invoca ahora el derecho de supresión en los buscadores (conocido como derecho al olvido) para eliminarlo de la red. Jurídicamente, se trata de un tema complejo ya que entra en conflicto con el derecho a la información y a la persistencia de la memoria de aquello que se ha hecho público. Pero independientemente de lo que digan los juristas, hay cuestiones de sentido común que en este caso pueden apuntarse, y es ese sentido común el que aflora en los comentarios mayoritariamente negativos que ha cosechado su decisión. Más aun cuando la razón que invoca es de un infantilismo conmovedor al declarar que tiene derecho a eliminar contenido de su pasado “porque ya no refleja quien soy ni cómo deseo ser recordada”.

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¿Se me ocurriría pedir a este diario la supresión de un artículo de hace diez años porque “ya no refleja quien soy”? Tal vez no comulgue con la idea que un día defendí, puesto que soy otra, pero a lo hecho, pecho. ¿Se le ocurriría a usted regar la plaza de su pueblo con miles de octavillas en las que ha impreso una foto de sus partes íntimas y, tiempo después, solicitar a los transeúntes que se lanzaron a recogerlas que se las devuelvan porque “no quiere ser recordado” solo por sus huevos? Y, sin embargo, tendría usted más derecho que nadie a la devolución de las octavillas, porque no pidió nada a cambio y porque no lo hizo en calidad de personaje público.

No habrá paz en internet; ni habrá olvido; menos aún con la IA

Darse a conocer tiene un precio, especialmente cuando cobras por ello, y cualquier cosa habría sido mejor para la afectada que dar bombo a su cambio de rumbo apelando al derecho de supresión y, con ello, regalarle a Google miles de enlaces suplementarios entorno al caso. Sin duda la mejor manera de conseguir ese olvido es olvidarse una de sí misma y dejar de darse demasiada importancia.

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Además, el resultado de su petición, aunque le sea favorable, nunca será del todo satisfactorio. No habrá paz en internet. Ni habrá olvido. Menos aún con la IA, que complica enormemente la eliminación de datos pasados­. Pero, a cambio, tampoco habrá posteridad tal y como la conocimos. No procede preocuparnos por cómo nos recordarán: la velocidad sobrehumana del medio impide que el recuerdo se consolide.

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