Temps de Franja es una revista aragonesa en catalán que en cada publicación nos recuerda que existe una franja de territorio aragonés que es, de norte a sur, mayoritariamente catalanoparlante (a pesar de que el bilingüismo también ha sido secular porque ni siquiera la dictadura logró imponer un solo idioma). En sus páginas leo que el Gobierno de Aragón ha empezado a modificar el nomenclátor geográfico aragonés y catalán sin encomendarse ni a Dios ni al diablo ni a la inteligencia artificial, que tanto ayuda a los partidarios del mínimo esfuerzo y que sin duda habría mejorado los resultados obtenidos por el citado gobierno.

Pintada en un pueblo de la Franja que reivindica el uso de la lengua catalana
Hace años, otro gobierno aragonés del mismo signo fue motivo de escarnio por denominar al idioma de la Franja con el acrónimo lapao (lengua aragonesa propia del área oriental), a pesar de que el mundo académico insistía en que la lengua de Mequinenza o del Matarraña era el catalán y a pesar de que los grandes escritores que ha dado la Franja han escrito en catalán y no en lapao. Un disparate, por cierto, que no habría convencido ni a Feijóo, gran defensor del gallego, que, de pronto, habría pasado a denominarse lepano (lengua española propia del área noroccidental) y no gallego.
La ocurrencia del actual Gobierno está a la altura de aquella: un nuevo nomenclátor (elaborado sin recurrir ni siquiera a la comisión asesora de Toponimia de Aragón) repleto de errores groseros. Entre otras muchas incoherencias, es llamativo el cambio de nombre del “Pico l’Ibón” (palabra de origen aragonés que significa “lago pirenaico” y que, por si fuera poco, existe en castellano y está en el DRAE), por “Pico Olibón”, sin que ningún experto pueda apreciar otro criterio que no sea la osadía de quienes así lo han decidido.
El Gobierno de Aragón publica un nuevo nomenclátor repleto de errores groseros
No parece, pues, que estos señores tengan mucho interés en meter otra cosa que la pata en asuntos de lenguas, ni han mostrado deseos de asesorarse, de estudiar o de leer a Claudio Magris, que en El Danubio, ese clásico tejido de arte y de vida corriente, nos ayuda a entender hasta qué punto pueblos distintos pueden ser uno en la diversidad de sus lenguas.
En definitiva, solo cabe señalar una nueva extravagancia de inspiración neocolonialista al estilo de Trump, que recientemente ha decidido borrar del mapa el golfo de México (nomenclatura que ha durado al menos seis siglos), para llamarlo golfo de América, todo por dejar a México sin el golfo que lleva su nombre, pues es propio de imperialistas dejar a
los subordinados sin la poquita cosa que les queda.