Charlie Kirk consideraba que el aborto era mucho más dañino para la sociedad que lo que representó en su día el Holocausto. Esta es solo una de las opiniones radicales que defendía el joven que fue asesinado el pasado miércoles durante un debate en la Universidad del Valle de Utah. Sus posiciones sobre el matrimonio gay o los derechos de las mujeres y los bulos que contribuyó a difundir en las redes sociales hicieron de él una figura polémica y con una larga lista de detractores. Sin embargo, por muy provocativas o erráticas que pudieran ser consideradas sus afirmaciones, nunca debería haber sufrido un atentado como el que le costó la vida. Y es muy triste descubrir a tantos y tantos internautas que durante estas últimas horas están justificando el atroz atentado y se alegran de su muerte.
Donald Trump con Charlie Kirk
La deshumanización a la que una parte de la sociedad se ha apuntado es un síntoma muy negativo de lo que nos puede deparar el futuro. La respuesta a este atentado no puede ser que los campus universitarios progresistas cierren a partir de ahora sus puertas a los opinadores de derechas, ni que Donald Trump anuncie una caza de brujas contra “la izquierda radical”. Su jefa de Gabinete, Susie Wiles, anunció un plan para proteger la libertad de expresión y atacar a los grupos de odio que, según su Administración, han propiciado este atentado.
En Washington, los republicanos atacaron a los demócratas y a los medios de comunicación porque, a su juicio, con su lenguaje y sus informaciones habían incitado al asesino. A su vez, los demócratas culparon a los republicanos porque denunciaron que si se hubiera aprobado la nueva legislación de seguridad de armas, el asesino habría tenido más dificultades para cometer el crimen.
A Kirk se le debía combatir con argumentos, tal y como hacía él cuando se exponía en público a debates como el que le costó la vida. Nunca debió ser asesinado y nunca debería haber nadie que se alegrara por ello. Es el momento de que las autoridades políticas tengan la cabeza fría para no avivar aún más el conflicto que hay entre las dos Américas. El problema es que hay un pirómano sentado en la Casa Blanca.