“Pero entonces, ¿las elecciones generales no son el año que viene? Pues ¡que les den con sus tonterías!”. Así se queja un buen amigo, esforzado profesional liberal y autónomo, que no lleva la agenda política al día y al que el ambiente de alto voltaje, insultos y violencia de la política española había llamado a engaño. No, no hay elecciones de forma inminente en el calendario, salvo un adelanto que, sin ser descartable, de momento solo es un sueño húmedo.
Pero es la expresión “¡que les den!” La que llama mi atención. No para sorprenderme. Las encuestas sobre las preocupaciones de los ciudadanos sitúan a los políticos muy arriba, a pesar de ser teóricamente los que deberían aportar soluciones para el resto de la lista. ¿Hasta dónde puede llegar la fatiga ciudadana? ¿Cuáles son las consecuencias de incrementar, de forma constante y sin freno, los decibelios ambientales?
Las encuestas sobre las preocupaciones de los ciudadanos sitúan a los políticos muy arriba
Por supuesto el problema no son las críticas al Gobierno y sus socios, las protestas y las reivindicaciones. De eso va precisamente la democracia: un grupo que dirige según los resultados en las urnas mientras el resto de la sociedad vigila el cumplimiento de sus promesas o hacen notar ruidosamente discrepancias y críticas. Me refiero al griterío, las fosas comunes, las parejas defraudadoras, la guerra civil judicial o que en el Congreso, en la sesión de control al Gobierno, las preguntas y respuestas versen sobre Begoña Gómez, el fiscal general, el no-
vio de Ayuso y no sobre vivienda, precio de los alimentos, seguridad, inmigración…
Cuando estábamos a punto de cerrar el verano, Antoni Puigverd
aseguraba en un artículo, acertadamente titulado “Tentación de la cueva”, que, a punto de empezar un nuevo curso político y previendo que vendría con dos tazas de polarización, tenía la tentación de “cortar los hilos con la realidad social:
la tentación del aislamiento”. No he dejado de pensar en ello desde entonces, porque he reconocido en mí, una enamorada de la información y del saber qué pasa, esa misma tentación.
Que les den, no, querido amigo, porque, si levantamos la vigilancia y pasamos de todo, terminarán de demoler del todo la casa que tanto costó levantar: la vida en común en democracia.
