Limpiar la política española pasa por dejar de blanquear la corrupción política: toda ayuda a partidos con redes corruptas ha de estar condicionada a medidas drásticas y previas de limpieza.
A primera vista, los partidos que viven de la corrupción son como el resto: tienen afiliados, publican programas, presentan candidaturas y hacen mítines. Pero por debajo de esa fachada hay redes corruptas que se dedican a la financiación ilegal (a través de la contratación pública) y al clientelismo (una forma más de corrupción política). Los que cobran de la financiación ilegal y del clientelismo viven de la corrupción. Con el dinero corrupto es como costean sus casas, sus vacaciones, los regalos de sus hijos, su modo de vida.

Algo que impide ver la corrupción política en toda su crudeza es que los líderes de los partidos casi nunca se implican personalmente en ella. No meten la mano en la caja. Pero consienten –por acción o por omisión– la corrupción en sus partidos. La posibilitan, colonizando políticamente la administración y organismos de control. La protegen, manteniendo los aforamientos. Y la blindan, neutralizando a los que pueden denunciar y desmantelar las redes: a la prensa, con publicidad institucional, y a los jueces, mediante el control del Consejo General del Poder Judicial.
Si las redes de corrupción de los partidos han pervivido durante más de cuarenta años no es solo por las acciones y omisiones de los líderes. Es porque no se ejerce suficiente presión desde fuera. Hay todo un universo de colaboracionistas que se prestan a ayudar a los partidos corruptos sin ponerles como condición previa e indispensable medidas estrictas y draconianas de limpieza.
Los partidos que apoyan a formaciones corruptas sin exigir cambios inmediatos son colaboracionistas
Los partidos minoritarios que acceden a apoyar a partidos corruptos sin exigir cambios inmediatos que imposibiliten la corrupción política son colaboracionistas. Colaboracionista es ahora mismo Sumar, que sigue apoyando al PSOE con pleno conocimiento de que en él operan redes corruptas. Como colaboracionista actuó Ciudadanos cuando, sabiendo que en el PP hay redes corruptas, accedieron a entrar en algunos gobiernos autonómicos sin exigir esos cambios (aunque en otros lo exigieron). Y lo mismo con Vox y otros partidos autonómicos.
Pero colaboracionistas no son solo los partidos, también lo son las personas: toda esa gente de carreras sólidas e intachables que los líderes llaman para vestir sus filas con puestos de relumbrón –ministerios, secretarías de Estado, posiciones de relieve en empresas públicas– y aceptan asociarse a los partidos corruptos sin la más mínima exigencia de limpieza como condición indispensable para su participación. En su mayoría son gente que actúa de buena fe, movida por el interés de ayudar al país. Pero tienen una responsabilidad individual al prestar su credibilidad sin condiciones a partidos que perpetúan la corrupción política.
¿Qué pensaron esos ministros, secretarios de Estado, esos gobernadores, presidentes de organismos, de empresas públicas... cuando empezaron a ver a los Koldos y a los Aldamas pasearse por los ministerios? ¿Qué pensaron cuando empezaron a salir las noticias de los Bárcenas, los Bigotes, los Correas? ¿O cuando tuvieron que interactuar con toda la panda de incapaces de carnet que copan los puestos del clientelismo? ¿Se arrepintieron de no haber condicionado su participación a medidas estrictas de limpieza? ¿Se tiraron de los pelos por no haber reclamado auditorías de mérito? ¿Se desesperaron por no haber pedido el fin de los aforamientos? ¿Lamentaron no haber exigido la despolitización del órgano de control de la justicia? ¿Se sintieron culpables por no haber requerido la suspensión de la financiación pública de los partidos cuando sus dirigentes son investigados por corrupción? ¿O se encogieron de hombros pensando que nada de esto tenía que ver con ellos?
Si los partidos políticos se han convertido en el problema más gordo de España no es solo porque en muchos hay redes corruptas. Es también por todos los que ayudan a esos partidos sin imponer condiciones de limpieza a sabiendas de que esas redes existen. Colaboracionistas a pesar de su buena voluntad. Blanqueadores de la corrupción del sistema.