A Mario Draghi le llaman “el oráculo” en Bruselas. En Grecia, el oráculo por excelencia era el de Delfos, dedicado a Apolo. Un día, convocaron a los Siete Sabios para que ayudaran a inspirar a la sibila en sus profecías y les pidieron que escribieran una frase sobre las piedras del templo. Fue Solón quien grabó: “Aprende a obedecer y aprenderás a mandar”.
De eso iba la bronca que Draghi les soltó esta semana a los miembros de la Comisión Europea, que le encargaron hace un año el diseño de un plan para hacer más competitiva la economía continental y recortar la distancia con respecto a la industria de Estados Unidos y China. Entonces presentó su receta, que proponía una gran inversión de 800.000 millones de euros para ganar autonomía energética y militar, así como para salvaguardar el Estado de bienestar. Pero poco se ha avanzado. La UE se ha movido pesada, como los viejos dinosaurios. No le obedecieron, demostrando que mandar es otra cosa.
Mario Draghi dio su receta hace un año a la UE, pero nadie ha bajado a la farmacia
Según el expresidente del BCE, los avances de su plan están siendo pocos y lentos. La prueba del nueve de sus palabras era que la situación estaba peor que en septiembre pasado, agravada por la guerra de aranceles con Estados Unidos y por el aumento del superávit comercial con China, que se ha incrementado un 20%. De las 383 medidas recomendadas en su informe para reducir la brecha tecnológica, potenciar la innovación y facilitar la constitución de empresas, solo se ha completado el 11,2%. El principal problema es que los gobiernos no han entendido la gravedad del momento y los Veintisiete actúan con una visión nacional y no paneuropea.
Pítaco de Mitilene, otro de los Siete Sabios, escribió en el mármol: “Es difícil ser buenos”. Lo podía haber escrito Ursula von der Leyen en la sede de la Comisión ante semejante panorama. En cualquier caso, Draghi es más fiable que la sibila de Delfos, cuyas respuestas eran indefinidas como los mensajes de las galletas de la suerte chinas. Él dio su receta, pero nadie ha bajado a la farmacia a buscar el remedio. Por cierto, los Siete Sabios tampoco eran profetas creíbles. Por no ser, no eran siete, sino veintiuno, pero ese es otro debate.
