Chuleta –no confundir con el chuletón, que es más grande y grueso–, es una costilla de carne animal. También puede ser una bofetada con la mano abierta. Y una patilla bien larga. Y la pieza delgada de madera usada para disimular grietas o hendiduras en los muebles. Y, coloquialmente llamamos chuleta al tipo o tipa muy presumido, arrogante. Nada que ver con el chulo de Madrid, que además de elegante suele ser un guaperas, y menos con el chulapo, ordinario, de clase baja.
Pero la chuleta es, también, y sobre todo, el mejor sistema para asegurarse el éxito en los exámenes. Aquí lo llamamos así, pero en el mundo recibe nombres tan dispares como chivo, chanchullo, torpedo, cola o machete, compartiendo, siempre, idénticos trucos. La globalización también es eso. Entre las trampas más sobadas, la del pañuelo (en los tutoriales de las redes te advierten que no esté del todo limpio, no sea que al profe le dé por examinarlo) y la de “tengo que ir al baño”, donde tendrás tus apuntes, pero no siempre cuela (se sugiere echarse tinta roja en la nariz para simular un sangrado). Pero también está el truco de la tirita (mejor llevarla unos días antes para no levantar sospechas). El de pintarrajearse la tripa o coser la información en bufandas, pañuelos, la correa del reloj... Y claro, el del móvil, que tras su prohibición en las aulas ha dado entrada a los pinganillos (mejor con cámara), los nanopinganillos con collar inductor GSM o el dispositivo GSM espía. Todo carísimo. Pero se trata de aprobar y no hay que reparar en gastos.

Y el que siempre funciona, el que siempre vuelve uniendo en la trampa a abuelos, padres y nietos, es el más tradicional de todos los métodos, el del boli Bic. ¿Quién no lo ha hecho? Ahora llevado a otra división, el tremendo trabajazo que suponía tatuar toda la información en el cuerpo del bolígrafo es historia. Tras el enorme alivio que supuso para los tramposos el programa chuletador (igualmente debes hacer la chuleta clásica que editarás con impresora láser, lo que es mucho menos cansino y luego pegarás con celo o pegamento), hace un par de semanas llegó la gran revolución. Son los bolis chuleteros de MP. ¡Llevan IA incorporada, pantalla antipilladas y respuestas automáticas!
Se avecina pues una temporada durísima para los profesores. La peor de las posibles a pesar de que viven en un permanente estado de excepción desde hace décadas. Lo suyo no lo explica la vocación ni podrá pagarse nunca con dinero. Cada vez son menos –y a quién le extraña– los que quieren estudiar o copiar para ser maestros.