Leer te hace peor

María Pombo mostró sus estanterías vacías como quien enseña un armario sin ropa, un gesto casi ascético en tiempos de obscena saturación. Y dijo, con la serenidad de quien sabe que las pretensiones intelectuales no le van a dar un euro: “Leer no te hace mejor”. La frase se esparció por las redes como una herejía, pero en realidad tenía algo de obviedad y de revelación. Porque es posible que Pombo tenga razón. Aún más, es posible que leer, lejos de mejorar a nadie, solo lo empeore.

No hablo de casos patológicos como los de Hitler y Stalin, que siempre se sacan del cajón cuando conviene. Aunque hay que reconocer que sus bibliotecas se han analizado con morbosa curiosidad. Stalin era un lector de calidad que frecuentaba la historia y la gran literatura. Hitler, como explica Timothy Ryback en La biblioteca del gran dictador, era capaz de leer varios libros al día, aunque lo que predominaba en sus estantes eran los panfletos racistas, las novelas del Oeste y varias ediciones de lujo de Mein Kampf.

Una família compra llibres en una de les casetes de la Setmana

  

Pau Cortina / ACN

Podemos descartar que esas lecturas los mejoraran en algo. Si acaso pudieron servir para reafirmarlos en sus respectivas perversiones: para que ambos afinaran su crueldad y, en el caso de Hitler, su estupidez. Si tomáramos solo esos dos ejemplos, tendríamos que dejar de lado la vieja creencia ilustrada, de Montaigne a Agatha Christie, de que leer redime, educa y mejora el carácter.

Pero no hace falta ir a esos extremos. Fíjense en la lista de los libros más vendidos y no me digan que no dan ganas de enviarle un like a la señora Pombo. Predominan los novelones históricos, casi siempre escritos por gente que sale en televisión. Y que, por cierto, no entiendo de dónde sacan el tiempo para escribir tales mamotretos. Junto a ellos, obras de interés inexplicable muy celebradas el día del Libro: las recetas de cocina de algún político (las de Pedro Sánchez serían, sin duda, un superventas), las memorias de futbolistas (siempre tan amenos y elocuentes) o las de señoras poco originales que mantuvieron relaciones sexuales con el emérito.

Y, por encima de todos, los libros de autoayuda, esos manuales que prometen la felicidad a cambio de desayunar tofu, respirar profundamente y recitar frases de Paulo Coelho como si fueran mantras. ¿Qué virtud secreta podría sacar nadie de semejante menú?

Los españoles mienten en las encuestas sobre lectura por temor a ser tachados de necios

Observen el surtido que puebla nuestras librerías, rían y échense a temblar: Mindfulness para gente impaciente, Yoga para triunfadores de oficina, Cómo vender tu vida en Instagram, Supera tu ansiedad mientras limpias el polvo o El arte de ser mediocre con estilo.

Afortunadamente, y por mucho que sean esos los libros que se venden, los españoles tienen el buen criterio de no leerlos. Lo que ocurre es que mienten en las encuestas por temor a ser tachados de necios, o porque no son capaces de renegar de uno de los pocos símbolos de estatus que les quedan a las clases medias. Hacer ver que se lee es lo único que permite que a alguien que gana la mitad que un fontanero (y con eso no quiero decir que los fontaneros no lean: tal vez sean los únicos que lo hacen) ni se le pase por la cabeza incluirse en la clase trabajadora. Así nos aferramos a esa famélica legión white collar, diciendo que hemos leído a Dan Brown, lo que no deja de ser diabólico.

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Javier Melero
foto XAVIER CERVERA 18/03/2017 los badulakes pakistanies en barcelona, nacieron y empezaron a establecerse en el barrio del Raval, pero hoy en dia no son territorio exclusivo del distrito 01 ,estan en todos los distritos de la ciudad, por todo el eixample, y llegan a la zona alta, como el de avinguda sarria con avinguda diagonal (lado mar), en la imagen abren -la mayoria- las 24 horas del dia

Es verdad que, a veces, leer proporciona algún placer, pero muy breve. Y además, la posición es muy cómoda. Tras devorar La conjura de los necios empecé a apreciar la comida basura y a considerar las duchas un hábito muy sobrevalorado. El Ulises de Joyce me hizo entender por qué los irlandeses no salen de los pubs y reí mucho con En busca del tiempo perdido, aunque por razones que no serían muy del gusto del autor. Al tiempo, Cincuenta sombras de Grey hizo que añorara la elegancia de El verde empieza en los Pirineos, Las bingueras y otras maravillas del cine de destape.

Pombo, quizá sin proponérselo, como el burro flautista, ha señalado algo profundo: leer­ no mejora. Lástima que se haya quedado corta. Leer según qué nos vuelve más pedantes, más insoportables, más propensos a esas cenas donde se cita un libro que nadie leyó para aplastar a un cuñado que nunca lo leerá. Esa sería la utilidad de la lectura, una crueldad mentirosa con coartada pseudocultural. Algo que nos permite creer por un instante que somos mejores, y luego colgar una foto en Instagram. Aunque también es posible que Pombo solo estuviera dando consejos de decoración para el hogar. Vayan ustedes a saber.

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