Todo está inventado. Y cualquiera debería saber que una ocurrencia, por brillante que parezca, siempre la sugirió antes algún insensato con ganas de hacerse oír. Cuando un político proclama que “ha llegado el momento de decir las cosas como son”, uno no puede estar más de acuerdo, ni parar de sonreír. Porque el problema no está, en el mejor de los casos, en la voluntad de ser sincero, sino en la capacidad de discernir si aquello en lo que uno cree es o no cierto.
Manuel Vicent escribió que quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla, pero los políticos a menudo prefieren tener una frase a la que agarrarse que una idea con la que cambiar las cosas. Pero para acercarse a la verdad hay que haber leído mucho, analizado más y escuchar a quien piensa distinto. Ponerse estupendo es algo que está alcance de todo el mundo, pero habitualmente los principios son como los calcetines, que se cambian a diario.
Ayuso alienta a abandonar lo políticamente correcto
Roger Ailes, que fue director de Fox News y uno de los asesores de Donald Trump en las elecciones que ganó a Hillary Clinton, declaró que admiraba el sexto sentido de su candidato para intentar ganarse al personal. Su desvergüenza no tenía límites: “Siempre sigue adelante, le golpeas en la cabeza y sigue adelante como si nada. Ni siquiera se da cuenta de que lo han golpeado”. Esta forma de ejercer el liderazgo en la que prima la intuición, la falta de respeto a las reglas, una aparente seguridad y una colección de sentencias rotundas se ha impuesto en política.
Cuando Ayuso recibe a la encargada de negocios de Israel para redoblar su defensa de Beniamin Netanyahu, sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional, intenta demostrar no solo al Gobierno, sino también a su partido, que tiene vida propia. Lo justificó así: “No puedes estar en política preocupándote por el qué dirán”. Pero uno no puede ir en dirección contraria por la autopista y pensar que los que vienen de frente están equivocados. Cuando alguien va por libre, incluso con respecto a su propio partido, es que es un espíritu libre. O un alma irresponsable.
