El cuerpo

En la cola de la pasarela para entrar en el avión, veo ante mí un imponente culo sin bragas, que una raja oscura divide en dos turgentes nalgas. Es un culo portentosamente visible, pero, ojo: no desnudo. Su portadora lleva un vestido verde muy ceñido que, mediante una malla transparente a modo de escafandra de culo, forma una ventana que permite admirar esta parte de su anatomía.

La cola se esponja a su paso, entre ella y los que la seguimos se abre una distancia de un par de metros, creo que porque vamos más lentos. Es por la duda. Dudamos entre mirar fijamente al culo o desviar la mirada por temor a profanarlo. Observo que casi todos optamos por la segunda opción, a pesar de que la visión de un culo que pide a gritos ser mirado (¿por qué, si no, su propietaria lo habría enmarcado tras una malla transparente?) Es bastante hipnótica.

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Àlex Garcia

También observo que lleva dos pins prendidos en el bolso, uno con el lema “Real flesh, real body” junto a un logo feminista. El otro: “Despelotarse es empoderarse”. Por el logo morado deduzco que hemos avanzado mucho desde que las sufragistas pedían el derecho al voto. En los setenta ya teníamos el voto, pero todavía queríamos ser más que un cuerpo. Ahora, el cuerpo se ha convertido, dicen, en un arma de empoderamiento sin igual, y una lo expone con la prepotencia del clásico homínido que exhibe el miembro viril.

Cuando llego a mi asiento descubro con sorpresa que ella está en el lado ventanilla, que es el mío. Como el avión va medio vacío me siento junto al pasillo. No quiero líos con mujeres que ponen el culo en un marco.

Existe un empoderamiento rico en cuerpo y pobre de espíritu

Cuando pasa el azafato, nos señala que nuestra fila de asientos está en la salida de emergencia y nos ruega colocar el bolso en el compartimento. Yo procedo. Ella no despega los ojos del móvil. Él repite amablemente su demanda. “¿Me permite?”, dice señalando el bolso. “Ni hablar”, contesta ella. Azorado, él se retira en silencio. Siento una punzada de compasión por el joven, tal vez inexperto en lidiar con situaciones adversas.

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Imma Monsó
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Cuando toca salir del avión, la pasajera díscola ignora las consignas que nos ruegan permanecer sentados. Sin previo aviso­, sale disparada y me aplasta con su bolso contra el respaldo. Mientras espero a salir del aparato me pregunto qué tipo de empoderamiento puede proporcionar a una mujer el hecho de imponer al público la (posible) incomodidad de contemplar sus carnes más íntimas. Ahora ya lo sé. Es un empoderamiento rico en cuerpo y pobre de espíritu. Pero funciona que te cagas.

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