La mentira demuestra cordura. Por eso los locos –como las caderas en aquella canción de Shakira– no mienten. Por eso es preferible un político que mienta a uno que esté demente. Yo viví con una abuela que estaba loca a ratos. Cuando no lo estaba, mentía. Les aseguro que eran mucho mejores estos últimos ratos. Cuando yo era pequeño solo se recluía a los locos violentos y los ruidosos. Los que llamaban la atención. Los locos que pasaban por locos. A los otros los escondían las familias. Yo vivía con mi abuela porque cuando estaba loca no era violenta ni pegaba gritos. Por la noche, había locos que aullaban, pero no acertábamos a saber desde qué piso. Mi abuela no aullaba. Me quería, no me quería, mentía y, en ocasiones, oía a la gente, pero creía que le decían cosas que no le habían dicho. Que la amenazaban de muerte: pim pam pum.
Como no pueden mentir, los locos colocan todas sus verdades en un lugar al que los demás no podamos llegar y a eso se le llama delirio. El mayor miedo de un loco es que le leamos la cabeza, que descubramos qué dice su delirio, que se lo robemos. Un delirio siempre es verdad. Una verdad que solo sabe el loco. No hay tampoco locos ateos, pero Dios solo les habla a ellos. No creer en Dios, como mentir, exige cordura. También es cuerdo compartir un mismo Dios. Rezar a Dios y creer que te escucha, eso ya tiene algo delirante. También de mentira. Pero nos sirve, en ocasiones, para no volvernos locos.
No podemos romper la realidad para entrar en los delirios de locos que nos roban y asustan
Podría explicar muchas de las cosas locas que hacía mi abuela. También de sus mentiras. De sus líos y sus confusiones. De sus conversaciones inventadas, sus miedos y sus cambios de humor, pero ya no importa. Lo tranquilizador es que mi abuela no dirigía un país. Y que el resto de la familia no le hacía caso, porque habíamos aprendido a no dejarnos llevar por sus delirios, por la destrucción de la lógica de los hechos, de lo que realmente pasó y se dijo. No hacíamos por interpretarla ni por sustentar que había un plan debajo de su locura. Simplemente le dábamos la razón y hacíamos lo que creíamos correcto.
Podemos aceptar que nos roben y que nos mientan, que nos manipulen y que nos ofendan porque debajo de todo eso están la verdad, los hechos, otra manera de hacer las cosas. Pero no podemos romper la realidad para entrar en los delirios de locos que además gritan y son violentos, que aúllan noches y días y que también nos roban y nos asustan.
