Ayuso en estado puro

Podríamos pasar la última ayusada por un desliz, pero es una nueva prueba de que la presidenta de los madrileños se ha abonado al uso trumpista del lenguaje. Una simple frase en euskera pronunciada por el lehendakari Pradales (que decía: “Ayuso, escucha, Euskadi habla vasco”) bastó para que la castiza Dama de Hierro la entendiera como una amenaza. Hay quien confunde fonemas con detonaciones.

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Sergio Pérez / Efe

La mentira, burda y temeraria, se lanzó desde los platós de Telecinco, ante una entrevistadora que le dio micrófono y carta blanca, una de esas ocasiones en que el periodismo no está ni se le espera. Lo inquietante es la ausencia de reacción desde su partido: nadie le exigió rectificar. El silencio cómplice convierte la patraña en costumbre y la falsedad en herramienta política. Es el mismo mecanismo ya ensayado por otros dirigentes afines diseminados por todo el planeta: la mentira, presentada con desparpajo, pasa por autenticidad. El lehendakari lo calificó de “antipolítica”: banalizar la violencia, invocar el pasado a conveniencia y agitar miedos para tapar los problemas propios.

El desprecio de Ayuso hacia lenguas y derechos conecta con la deriva de su partido

Esto que le pasa a la lideresa se llama xenoglosofobia: una aversión a las lenguas distintas de la suya (en especial las cooficiales). Por eso considera que quienes vienen a España desde países hispanohablantes no son inmigrantes, por aquello de compartir lengua. Es un ejemplo de que el desconocimiento genera prejuicio y, en su caso, una visible incomodidad.

Hace unos días, en Lisboa, repitió el lema de que los de izquierdas son unos tristes. El detalle irónico es que la palabra izquierda procede del vasco ezker y en español se adoptó como forma común frente a siniestra, del latín. O sea, para ridiculizar a la izquierda tiene que pasar por el euskera.

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Ese desprecio hacia lenguas, derechos y hechos conecta con la deriva de su partido. El mismo PP que calla ante la mentira de Díaz Ayuso ha avalado en Madrid una propuesta de Vox que obliga a los centros de salud a advertir a las mujeres de que abortar puede causar depresión, aislamiento o alcoholismo, un síndrome inventado, sin aval científico. En nombre de la “información”, se legitima el bulo para poner bajo sospecha la capacidad de decidir de la mujer. Se disfraza la mentira de dato, el prejuicio de protección. A las mujeres no se las defiende cuestionando su libertad, sino garantizándola.

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