La primatóloga y etóloga Jane Goodall nos ha dejado un legado gigantesco. Sus descubrimientos sobre el comportamiento de los chimpancés constatan que compartimos con ellos mucho más que un ancestro común. Desde el lenguaje, que ella dominaba, hasta usar herramientas para agilizar las tareas, el sentimiento del duelo y del amor, la unión durante décadas entre madre e hijo o, incluso, la guerra entre hermanos.
Todas estas constataciones, fruto de su atención y curiosidad, de su constancia y su valentía, surgen porque los chimpancés, como nosotros, viven en sociedad. Con problemas de jerarquía y convivencia, con historias de solidaridad y ayuda y también de felicidad y alegría. Me pregunto si algún chimpancé se ha sentido alguna vez solo viviendo en comunidad.
Jane Goodall nunca se rindió, y este debería ser nuestro ejemplo
Esta semana, Sant Joan de Déu nos ha llamado a luchar contra la soledad no deseada. En la era de la comunicación total, constante y universal, crece de forma desmesurada. Gente mayor y adolescentes, solteros y casados, inmigrantes y autóctonos, con trabajo o parados. Incluso los niños se sienten solos sin quererlo ni buscarlo. Una soledad que provoca depresión y enfermedad y nos priva de la compañía de miles de personas que multiplicarían los vínculos que nos hacen humanos.
Una de las explicaciones al aumento de tendencias egoístas y narcisistas, que no toleran al otro, al diferente, al que no piensa como yo, es precisamente la soledad no deseada. Los que buscan el contacto humano, pero solo hallan consuelo y una falsa compañía en las redes, que les proponen contenidos cada vez más extremos. Que les rodean de falsos amigos, tras los cuales solo hay bots dirigidos por IA para manipular sus sentimientos, sus miedos y, en última instancia, su voto. La campaña contra la soledad no deseada nos empuja a intentar detectarla en el trabajo, en la escuela o en el barrio y propone actividades tan cotidianas y cada vez más raras como los clubs de lectura, talleres, actividades deportivas o, sencillamente, tomar un café.
El último libro de Jane Goodall se llamó Esperanza: U na guía de supervivencia para tiempos difíciles. Ella nunca se rindió, y este debería ser nuestro ejemplo.
