La muerte y la pérdida

Hemos perdido todo lo que habíamos ganado en los últimos 80 años”. Quien habla es una judía, no especialmente religiosa, que vivió en Israel una temporada de joven, para conectar con sus orígenes. Hace rato que hablamos de la guerra de Netanyahu y los que ella llama los “monstruos integristas”, los partidos ultraortodoxos, que son un colectivo de creciente influencia que se ha comido el gran Israel democrático y laico. La primera y mayor parte de la conversación ha sido para horrorizarnos conjuntamente por el genocidio, por el deseo de exterminio sobre todos los palestinos que el actual Gobierno parece dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias. De la corrupción de Netanyahu, que debería haberle llevado a la cárcel. De los ortodoxos, que no contribuyen en nada al Estado y que viven de los impuestos del resto de los israelíes con tal de no trabajar ni hacer la mili, mientras mantienen a mujeres y niñas encerradas en casa.

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MICHAEL M. SANTIAGO / AFP

Pero es cuando hablamos de cómo afectará esta matanza al mismo Israel cuando me llama la atención su fatalismo por el futuro del país. Su nacimiento, fruto de la mala consciencia y el deseo de reparación de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial precisamente ante el genocidio cometido contra el pueblo hebreo, ya estuvo rodeada de controversia. Y de odio y deseo de aniquilación por parte de los países musulmanes que le rodean y que enseguida intentaron acabar con él. Pero su firmeza militar junto con la creación de un Estado democrático, moderno y avanzado les ganó poderosos apoyos.

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Pero hace años que está en decadencia. El crecimiento demográfico ultraortodoxo, un montón de líderes y partidos corruptos y la gestión del terrorismo palestino financiado desde Irán y, a veces, animado por los propios servicios secretos israelíes (dar alas a los integristas para acabar con la OLP, por ejemplo) ha desvirtuado su propósito inicial.

Netanyahu ha ganado la guerra y le ha vendido a Trump el caramelo de la construcción para mantener su apoyo. Pero Israel ha perdido y será difícil que recupere el apoyo anterior. La razón ante el terrorismo se mantiene, pero es insostenible si se apoya sobre centenares de miles de muertos inocentes.

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