Los partidos en el gobierno pierden elecciones

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Los partidos en el gobierno pierden elecciones
Politólogo y economista

Como todos los organismos humanos, los partidos políticos siguen un ciclo vital: el núcleo inicial crece y se desarrolla, llega a un punto máximo, empieza el declive, puede tener un rebote, aunque no tan alto como el pico anterior, entra en fatal decadencia, y desaparece (como ha estudiado el politólogo Alfred Cuzan).

Badges depicting British Prime Minister Keir Starmer, Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu, and British Foreign Secretary Yvette Cooper are displayed during a protest organised by the Palestine Coalition, a network of British campaign groups advocating for Palestinian rights, the day before the Labour Party conference, in Liverpool, Britain, September 27, 2025. REUTERS/Phil Noble

 

Phil Noble / Reuters

Piensen en la UCD, que lideró la transición, tuvo un pequeño rebote como CDS y nunca más se supo. En el Partido Comunista, que apareció con la gloria de haber liderado el antifranquismo y pronto se dispersó en múl­tiples facciones. O en Ciudadanos, que no reconoció que estaba en su máximo y se dejó caer. También en Junts, que es un rebote menor de la antigua Convergencia i Unió.

Los ciclos afectan asimismo a los dos mayores partidos de gobierno, el PSOE y el PP. Sus trayectorias son parecidas a las de sus allegados ideológicos en otros países europeos. Pero en esto vamos retrasados porque el periodo democrático español es más corto que en otros países y los ciclos aún no se han consumado.

En los países con democracia desde el final de la Segunda Guerra Mundial los partidos tradicionales de gobierno se han hundido o se han agarrado uno al otro para intentar mantenerse a flote. Quizá el caso más espectacular sea la Democracia Cristiana italiana: en doce elecciones desde 1946 fue siempre el partido más votado, hasta con el 49% de los votos, y gobernó durante 45 años. A su lado, el mayor Partido Comunista en un país democrático llegó a un máximo del 34% de los votos, pero tras el hundimiento de la Unión Soviética también se derritió. Miembros de los dos partidos acabaron creando el Partido Democrático, con el que obtuvieron un breve y modesto rebote antes del caos que llevó a los gobiernos del Movimiento 5 Estrellas, que no era siquiera un partido sino una red social, y a la actual coalición derechista.

En Francia, las Agrupaciones de los Republicanos y el Partido Socialista se alternaron en la presidencia de la V República durante 50 años. Pero en las elecciones más recientes han obtenido menos del 5% y del 2% de los votos, respectivamente.

La derrota de los partidos de gobierno no lleva inexorablemente a la victoria de la extrema derecha

También en Alemania hubo un bipartidismo duradero, con la democracia cristiana a la cabeza en 36 de los primeros 50 años de posguerra, frente a los socialdemócratas que alcanzaron un pico en los años setenta. Pero tras las seis elecciones más recientes, se han formado cuatro gobiernos de gran coalición; en las penúltimas, por primera vez se necesitaron tres partidos para formar una mayoría y en las últimas, esos tres partidos en el Gobierno, de centro e izquierda, perdieron votos, y los cuatro en la oposición, de centroderecha, izquierda y extrema derecha, los ganaron.

La democracia en el norte de Europa estuvo menos afectada por la ruptura de la Segunda Guerra Mundial, por lo que los socialdemócratas iniciaron su hegemonía bastante antes, con picos del 57% de los votos en Suecia y Noruega. Pero ya hace tiempo que ha habido alternancias con partidos de derechas y en elecciones recientes los socialdemócratas apenas han llegado al 25% de los votos.

Cuando un partido pasa a la oposición, pierde apoyos y cuando le vuelve a tocar el turno, gana con menos votos que antes, lo cual aumenta la fragmentación y la inestabilidad. Las caídas se han acentuado desde la crisis financiera del 2008 y el creciente desajuste entre las políticas tradicionales y los grandes cambios tecnológicos, económicos, sociales y culturales en curso.

La interdependencia global limita la capacidad de los gobiernos estatales de cumplir sus promesas electorales, lo que provoca el descontento de los votantes y las derrotas electorales de los partidos en el gobierno (como explicamos en el libro Democracia y globalización).

Por supuesto, estas tendencias son filtradas por el sistema electoral e institucional. El actual Gobierno laborista de Gran Bretaña recibió un 63% de escaños con solo el 34% de los votos, el porcentaje más bajo de votos de un partido de gobierno en 200 años, por lo que no debería sorprender que su aprobación en las encuestas esté por los suelos.

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Josep M. Colomer
BERLIN (Germany), 09/04/2025.- Chairman of the Christian Democratic Union (CDU) party and faction Friedrich Merz arrives for a fraction meeting, in Berlin, Germany, 09 April 2025. The Christian Democratic Union (CDU), the Christian Social Union (CSU) and the Social Democratic Party (SPD) have successfully concluded coalition negotiations. (Alemania) EFE/EPA/CHRISTOPH SOEDER

En países presidencialistas, como Estados Unidos, la tradición era que cada presidente fuera reelegido para un segundo mandato, pero ya llevamos dos derrotas seguidas del partido en el Gobierno. En México, el Partido Revolucionario Institucional, tras más de sesenta años de dominio, fue derrotado por el Partido de Acción Nacional, pero luego los dos se aliaron en lo que los críticos llamaron PRI-AN y apenas consiguieron reunir el 28% de los votos. En Argentina, tras varias décadas de dominio de peronistas y radicales, la mayor fragmentación partidista en las elecciones recientes ha generado, dos veces, una segunda vuelta y la derrota de los clásicos.

No está muy claro que la tendencia a la derrota de los partidos tradicionales de gobierno lleve inexorablemente a la victoria de la extrema derecha, que ya ha ganado y perdido en Polonia, ha salido del gobierno en Austria, Holanda y Rumanía y probablemente perderá pronto en Hungría y Argentina. Un nuevo multipartidismo fragmentado engendra gobiernos de coalición poco coherentes, más decepcionantes y de menor duración.

España es una democracia relativamente joven y estas tendencias aún no han culminado. Pero dada la actual fragmentación polarizada, es de esperar que los descalabros y la inestabilidad continuarán.

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