Se atribuye a Giulio Andreotti la expresión manca finezza cuando le preguntaron por su valoración de la política española. En realidad, y al margen de si la anécdota es real o no, la frase hecha italiana viene a significar que, en determinadas situaciones, falta finura, inteligencia, sutileza… En fin, todas esas virtudes italianas que le llevaron también a decir a Felipe González que si la política española se estaba poniendo complicada en su gobernabilidad, como sucedía históricamente con la italiana, nuestro problema, ante escenarios inestables, era precisamente ese, que no éramos italianos.
Ya se sabe que al español medio lo de la sutileza le suena a debilidad.
Pues bien, ahora que la fragilidad parlamentaria atenaza tanto al Gobierno de Pedro Sánchez en Madrid como al de Salvador Illa en Catalunya, habrá que reconocer que no falta ni finura ni inteligencia (aunque esto, como todo, sea opinable), pero, a mi juicio, lo que sí falta es discurso. Política, en suma.
En Illa echo en falta discursos más políticos, más allá de la mejora en la gestión de la Generalitat
Porque, aun reconociendo que las negociaciones con los grupos parlamentarios, que a veces te apoyan y que también pueden dejar de apoyarte, sean agotadoras, de vez en cuando hay que hablar directamente a los ciudadanos. Si no, nuestros políticos son mancos, con la mano presupuestaria y legislativa permanentemente atada a la espalda y mirándose y negociando entre ellos solos.
Manca política, me temo.
Será cosa mía, pero creo que lo tiene más complicado el presidente Sánchez, tras siete años en el poder. Y, sin embargo, su postura firme, desde el inicio de la invasión israelí de la franja de Gaza, le está dando sin duda un buen resultado político. Era asumir muchos riesgos, pero está demostrando que cuando se hace política y se emiten mensajes políticos claros, se conecta de nuevo con una parte del electorado que podía andar despistado o desmotivado.
En el president Illa, que a todas luces tiene otro carácter, es más de hechos que de palabras, yo echo en falta discursos más políticos y que vayan más allá de la mejora en la gestión de la Generalitat. Me parece que, tras este primer año, y pese a la compleja aritmética del Parlament, hay que empezar a usar ambas manos e impartir doctrina, aunque solo sea para que no se cumplan los vaticinios de las encuestas.
