Entre la cautela y la esperanza

Israel y Hamas han alcanzado un acuerdo sobre la primera fase del plan de paz para Gaza de Donald Trump, quien fue ayer el primero en anunciarlo. Un primer paso de un proceso en el que todavía quedan muchas incógnitas y puntos clave por negociar, pero que supone un alivio indescriptible y alimenta la esperanza de que callen las armas y se ponga punto final a una guerra que acaba de cumplir dos años.

El pacto incluye un alto el fuego en las 24 horas siguientes a que Israel ratificara, anoche, el acuerdo; la liberación en 72 horas de todos los rehenes israelíes, vivos o muertos –lo que ayer ya se celebraba en Tel Aviv–; la excarcelación de 250 presos palestinos y de unos 1.700 detenidos gazatíes; la entrada de ayuda humanitaria a la franja, y la retirada paulatina de las tropas israelíes a la línea acordada entre Trump y Netanyahu, con un calendario que se desconoce. Trump dijo que todos los rehenes estarán fuera del enclave el lunes o martes; los 20 vivos podrían salir antes, pero añadió que puede costar reunir los cuerpos de los fallecidos.

Trump fue el primero en anunciar el acuerdo, tras la escenificación hecha por su secretario de Estado, Marco Rubio, al darle un papel y susurrarle al oído la noticia durante una mesa redonda en la Casa Blanca para que pudiera hacerla pública. Lo cierto es que, guste o no guste, Trump es el principal artífice de que se haya llegado a este acuerdo, porque es el único que puede ejercer la presión necesaria sobre Netanyahu y al tiempo convencer a sus aliados árabes –en especial, a Qatar, Egipto y Turquía– para que hagan lo propio con Hamas. Trump se apunta una gran victoria política y diplomática en su intento de ser el pacificador global, y lo hace presumiendo de ser el único capaz de forjar un acuerdo, tras haber amenazado con convertir Gaza en un resort o desatar el infierno sobre Hamas.

Israel y Hamas pactan varios puntos del proyecto de un Trump que codicia el premio Nobel de la Paz

Y no es menos relevante que la noticia se diera un día antes de que hoy se falle en Oslo el premio Nobel de la Paz. El presidente Trump –a quien todas las partes implicadas y los líderes mun­diales agradecieron ayer su papel mediador­– alardea de haber logrado poner fin a siete guerras y no dudará en jugar políticamente este triunfo tanto si le conceden el galardón que codicia como si no. Técnicamente, su candidatura no debería ser considerada por el Comité Noruego del Nobel pues estaría fuera de plazo y no cumpliría los requisitos.

“¡Bienaventurados los pacificadores!”, declaró ayer Trump. Pero los “pacificadores” aún tienen un largo camino por recorrer: la mayoría de los puntos del plan, como los relativos a la gobernanza de Gaza tras la guerra y las demandas de Israel de desarme de Hamas, siguen abiertos. Sin embargo, Netanyahu, que prometió una y otra vez “una victoria total” sobre Hamas, lo está vendiendo como un “punto de inflexión crítico” en su país. Del cumplimiento de la primera fase dependerá que el plan completo se acate. No estaba claro ayer si Hamas ha accedido a entregar sus armas, lo que Netanyahu ha insistido que es condición necesaria. Trump dijo que habrá un desarme y retirada de tropas en una siguiente fase. La fase dos es más complicada, porque deberá decidir el futuro del movimiento islamista, la reconstrucción y el futuro de Gaza y el eterno debate sobre la autodeterminación y la constitución del Estado palestino. Algunos puntos de la propuesta de Trump están lejos de ser aceptados por ambos bandos. Netanyahu, que sigue dependiendo para gobernar de sus aliados ultraderechistas, que ayer votaron contra el acuerdo, ya ha aclarado que no aceptará la creación de una entidad palestina.

El premier ha tenido que aceptar y ceder porque está en manos de Trump, le nece­sita para seguir en el poder y no puede contradecirlo. Su suerte cambió el 9 de septiembre, cuando bombardeó la capital de Qatar, aliado de Washington. Trump no se lo perdonó y desde ese día cambió su polí­tica respecto a Gaza. No solo ha frenado a Netanyahu, que deseaba una guerra eterna, sino que en muchos sectores de la so­ciedad israelí el presidente estadounidense es hoy más popular que el primer ministro, porque ha logrado la liberación de los rehenes y ha parado una guerra que estaba teniendo un altísimo coste político, social y económico para el país.

Lo acordado es un plan para una tregua; habrá que ver si es también un plan para la paz

Habrá que ver qué hace Netanyahu cuando los rehenes estén en casa. Israel ya rompió un alto el fuego en marzo. Solo Trump puede evitar que reanude la ofensiva bélica, como le exigirán sus socios más radicales. Lo que han acordado Israel y Hamas es un gran alivio porque supone un alto el fuego y acabar con más víctimas, pero es un plan para una tregua. Habrá que ver si se acaba convirtiendo en un plan para la paz. Llevar la paz definitiva a Gaza será una tarea muy compleja que requerirá tiempo, superar muchos escollos y el cumplimiento del plan por todas las partes.

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