Vamos a empezar esta columna con un acto de contrición y un mea culpa. En mayo del 2022 prometí a los lectores que me mantendría alejada de las provocaciones de cierta presidenta autonómica cuyo apellido rima con abuso. No entraría al trapo, me dije. No caería en sus muchas trampas. Bueno, pues hasta hoy. Lo siento, lo intenté.
La pregunta de si esa lideresa a cuyo nombre no quiero dar SEO podría, llegado el caso, arrasar a nivel estatal tal y como barre electoralmente en su feudo sigue siendo una de las incógnitas clave de la política española. Si el día que ella y los suyos se lo propongan tomarán la Moncloa con la misma campechanía zarzuelera con la que se han adueñado de Aquel Lugar, del que están incluso redefiniendo la identidad.
Cuando ella dice “váyanse a otro lado a abortar” insulta a las miles de mujeres que han de irse lejos de sus casas a ejercer su derecho
Ilusa de mí, me inclino por el no. Quiero creer que tanto desde la derecha como desde la izquierda –nadie te cree tan fuerte como tus enemigos– se sobreestima su empuje y que, fuera de su reino, con su viciadísima y particular demografía electoral, no podría replicar su indudable éxito.
Anda ella muy crecida últimamente y en algunos casos intuyo que se pasa de frenada. La posición proisraelí hooliganesca y sin matices, porque ella de matices no gasta, que ha adoptado en torno al genocidio en Gaza no concuerda ni con su electorado natural ni con los que quedan a su derecha, si es que ahí queda alguien. Es una postura fantasma a día de hoy en este contexto político, defendida con ese fervor y chulería apenas por dos tuiteros exaltados.
Quiero creer que le va a pasar lo mismo con el aborto, un tema con el que había coqueteado en el pasado y que ahora ha colocado en el centro de su retórica. Todo el mundo se acuerda estos días de Ruiz-Gallardón, que sacrificó su carrera política en el momento en que su partido testó las aguas del antiabortismo y descubrió que en eso, y en tantas cosas, España no es Texas.
Cuando ella, la del apellido que rima con acuso, dice “váyanse a otro lado a abortar” insulta, hiere y veja a las miles de mujeres que viven en las doce provincias españolas en las que se siguen sin practicar abortos (cero, ni en la privada ni en la pública) y que se ven obligadas a irse lejos de sus casas a ejercer su derecho. Ellas votan, y ojalá se acuerden de esto cuando llegue el día, si la intrépida capitana termina dando el salto a la política estatal.
Ahora sí, prometo mantenerme alejada de Ella y sus provocaciones hasta, por lo menos, el 2027. Pero lo prometo flojito.
