Memoria testamentaria

Un amigo navarro, Carlos Andreu, hombre templado si los hay, me remite este mensaje: “Cada día que pasa veo más y más cerca tu teoría. España se muere”. Y es por esta situación agónica por lo que concreto los términos de mi relación con España, a guisa de memoria testamentaria:

I. ¿Qué es para mí España? Es un ámbito de solidaridad primaria e inmediata en el que todos los españoles somos iguales, y que viene definido por la geografía, la Península “inevitable”, y por la historia, que ha conformado en la Península, a lo largo de los siglos, tres naciones: Portugal, España y Andorra. Pongo un ejemplo personal: nunca he estado en Almería, Lugo y Teruel, pero ello no obsta para que sienta y tenga a sus gentes por tan próximas como aquellas con las que convivo. Una solidaridad que deviene de mi sentido de pertenencia a una entidad histórica y un proyecto político de futuro, que las engloba y engarza a todas por igual: España.

Desfile día de la hispanidad los reyes, Pedro Sánchez, princesa de Asturias 
Foto emilia Gutierrez
12/10/2023

  

Emilia Gutiérrez / Archivo

II. ¿Qué significa para mí España? Solo acierto a expresarlo con palabras de Manuel Azaña: “Soy español como el que más lo sea; pudiera haber sido patagón o samoedo, pero, en fin, soy español, lo que no me parece, ni en mal ni en bien, cosa del otro mundo”. Lo que no obsta para que añada, también con don Manuel, que “España es, sin duda, la entidad más cuantiosa de mi vida moral, capítulo dominante de mi educación estética, ilación con el pasado, prospección sobre el futuro (…). Me siento vivir en ella, expresado por ella y, si puedo decirlo así, indiviso”.

III. ¿Qué quiero hoy para España en el ámbito político? Que todos, ciudadanos y gobernantes, tengamos presente que la democracia no es un don del cielo, sino un encaje delicado que precisa cuidados y exige sacrificios y voluntarias limitaciones. Alexis de Tocqueville advirtió que la perversión de la democracia proviene de confundir “ideal democrático” con “tiranía de la mayoría”. Por tanto, “somos más” no es una razón; es una manifestación de despotismo. Máxime, cuando se levanta un “muro” entre los que “son más” y el resto de los ciudadanos. Y Franz von Hayek sostuvo que los poderes del Estado han de ser siempre limitados, para que los gobernantes no puedan actuar a su antojo con el pretexto de la mayoría.

La democracia es un encaje delicado que precisa cuidados y exige sacrificios

IV. ¿Qué hacer con el pasado? David Rieff (Contra la memoria) señala que la memoria de los conflictos puede servir para buscar: 1) La verdad. 2) La justicia (o reparación). 3) La paz (o convivencia). Y que los tres objetivos son laudables, pero de difícil consecución simultánea, pues la justicia o la verdad no deben anteponerse a la paz. Tzvetan Todorov (Memoria del mal, tentación del bien) rechaza el “totalitarismo de la memoria”, basado en la sacralización de una versión de la historia como intocable. Y José Álvarez Junco (Qué hacer con un pasado sucio) reivindica “visiones complejas del pasado”, que permitan “conocer lo ocurrido, impartir justicia, reformar las instituciones, reparar moral y materialmente a las víctimas, evocarlas por medio de una política conmemorativa”, pero sabiendo que si “creamos identidades que se identifican con un solo bando, (esto) hará que se desencadenen emociones incontroladas”.

V. ¿Cuál es el más grave riesgo que corre hoy España? Que el “somos más” y el “muro” provoquen una polarización extrema que, unida a un “totalitarismo de la memoria”, que sacralice la Segunda República y busque una revancha de la Guerra Civil, provoque un enfrentamiento que, quizá ya latente, emerja con fuerza y se haga incontrolable.

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VI. ¿Qué hacer para evitarlo? Sería preciso lo que hoy es imposible: Que los dos grandes partidos llamados a vertebrar el centro sociológico, el Partido Popular y el Partido Socialista, recuperen la cordura y la buena educación, pacten entre ambos media docena de cuestiones básicas que tiene planteadas España (incluida la territorial) y eviten que lo impidan los desmadrados populistas de derechas e izquierdas y los separatistas de todo pelaje.

VII. ¿Para qué escribo este artículo? Para que, cuando todo haya pasado, no pueda decirse que no se advirtió.

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