“Ataca, ataca, ataca”. Donald Trump está aplicando en su segundo mandato al pie de la letra la lección que le enseñó su abogado Roy Cohn, un “hombre sin escrúpulos” y “experto en la manipulación de los medios”, según la BBC. La técnica de ataque de Trump es constante e inclemente para derribar al enemigo, aturdirlo o amedrentarlo. Ni un día sin una orden ejecutiva de impacto, sin una amenaza a quienes no se pliegan a sus deseos, sin una celebración megalómana de sus logros, reales (como el esperado acuerdo entre Hamas e Israel) o inventados. Desde la perspectiva de los medios de comunicación: ni un día sin estar en el centro, apoderándose de la actualidad y del debate, copando los titulares.
Donald Trump muestra en el despacho oval de la Casa Blanca una gorra con el mensaje “Trump tenía razón en todo”
¿Estamos entonces los medios haciéndole el juego cuando le otorgamos ese foco informativo que busca de manera constante y deliberada? En realidad no tenemos elección. La relevancia de los cambios que está imprimiendo Trump a la primera potencia del mundo es la gran historia periodística del momento. “En nueve meses lo ha cambiado todo: la economía, la política de derechos humanos y la ayuda al desarrollo, las universidades, los medios de comunicación”, explica Ramon Aymerich, redactor jefe de Internacional. “Es una estrategia, una revolución para cambiarlo todo de arriba abajo”, resume. Pero el estilo grandilocuente de Trump y el “ruido” que hace en las redes obliga a un esfuerzo extraordinario para “distinguir entre lo que tiene significado y lo que no”, explica. “Cuando hizo el programa televisivo El aprendiz le dijeron que cada vez que saliera explicara algo muy fuerte y eso es lo que hace, un espectáculo total”, añade.
En España, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es quien más ha asimilado esta manera de hacer política. “La incontinencia declarativa de Ayuso, siempre en choque hiperbólico con la izquierda, distorsiona cualquier estrategia de Génova. La lideresa satura el debate, lo acapara, y no deja espacio para nada ni nadie”, exponía la directora adjunta Lola García en su artículo del pasado domingo.
Ante estas estrategias, los medios no podemos mirar hacia otro lado, pero nuestro deber sí es distinguir, como señala Aymerich, entre lo relevante y el ruido . Y reconvertir el monolítico “ataca, ataca, ataca” de Trump en un “periodismo, contexto y rigor” para ayudar a entender mejor el mundo en el que vivimos.