Trump debilita el dólar

Todo parece indicar que hemos entrado en la era del dólar bajo. Donald Trump ya dijo en su campaña electoral que quería una divisa más barata para que los productos de Estados Unidos fueran más competitivos en el mundo. Hoy, nueve meses después de llegar a la Casa Blanca, puede decirse que lo ha conseguido. Desde entonces hasta hoy el billete verde se ha depreciado un 10% respecto al resto de las divisas mundiales, en lo que es su peor año en cinco décadas. La tendencia, además, apunta a que se estabilizará en ese valor o quizás caerá algo más. El Fondo Monetario Internacional ya advirtió en su día que el dólar estaba sobrevalorado entre un 10% y un 20%. Nadie tiene, sin embargo, la bola de cristal, ya que el mercado de divisas es muy volátil y está sujeto a la evolución de muchos factores, tanto económicos como geopolíticos.

La paradoja es que la depreciación global del dólar no ha sido mérito de Trump, como le habría gustado, sino más bien gracias a su demérito. Ha sido la desconfianza internacional en su gestión política y económica la que ha provocado que tanto los bancos centrales como los inversores hayan reducido todavía más su exposición al dólar. Al haber menor demanda de esta divisa en los mercados internacionales, su cotización se ha debilitado.

La situación no es grave para el sistema financiero internacional. No peligra el dólar como divisa de referencia ni como moneda de reserva de los bancos centrales, pero su atractivo ha disminuido. En términos de valor, las reservas en dólares suponen actualmente el 39% del total, cuando hace una década se superaba el 50%.

El presidente de Estados Unidos logra su objetivo monetario por la desconfianza que genera

Son muy significativas las conclusiones de la encuesta de este año que la Unión de Bancos Suizos (UBS) ha hecho a los gestores de reservas de más de cuarenta bancos centrales. De ella se desprende su preocupación por los riesgos geopolíticos militares actuales y por los derivados de la guerra arancelaria. También se muestran preocupados por los niveles insostenibles de la deuda pública de Estados Unidos y por las amenazas de Trump para restar independencia a la Reserva Federal, lo que rompería las actuales reglas de juego del mercado monetario y financiero. Frente a todo ello, la mayoría de los bancos centrales ha reanudado la diversificación de sus reservas en diferentes clases de activos, como alternativa al dólar, especialmente a través de las compras de oro y, en menor medida, del euro. En este sentido, los bancos centrales han estado comprando oro masivamente, lo que ha disparado su precio hasta niveles históricos, porque lo consideran la protección más fiable después –todavía– del dólar.

Otro reciente estudio de Deutsche Bank, tras examinar la evolución de más de 500 fondos cotizados en el último año, ha constatado que los inversores extranjeros están reduciendo su exposición al dólar a un ritmo sin precedentes, lo que refleja el riesgo de una crisis de confianza.

En la medida en que el dólar se debilita y reduce su importancia como moneda de reserva, Estados Unidos pierde poder e influencia política y financiera a nivel global. Trump, en este sentido, ha llegado a decir que perder el estatus del dólar como moneda de reserva sería como perder una guerra. Pero no se ha llegado a esta situación, aunque él sea el principal factor actual de desconfianza. Hay que tener en cuenta que como medio de pago el dólar sigue teniendo un liderazgo imbatible: aún representa casi el 90% del total de las transacciones, según el Banco de Pagos Internacionales.

Los bancos centrales diversifican los riesgos con una mayor proporción de oro en sus reservas

Trump también ha dicho, sin embargo, que “un dólar fuerte suena bien, pero se gana más dinero con un dólar bajo”. De momento, esa depreciación del dólar supone un enorme impulso a la competitividad de los productos americanos, que se suma a la subida general de aranceles del 15% para frenar las importaciones, y asimismo comporta una sustancial rebaja para la enorme deuda pública de Estados Unidos. La contrapartida es el riesgo de mayor inflación, ya que sus ciudadanos pagarán más caros la mayoría de los productos, y una eventual recesión. Pese a todo, de momento Trump confía en que Estados Unidos puede salir victorioso de esta nueva era del dólar bajo.

El resto de los países, incluida España, se ven muy perjudicados por el encarecimiento de sus ventas a Estados Unidos, que es el primer importador mundial, a causa de la depreciación del dólar y de la subida de aranceles. Todo ello, según la Organización Mundial de Comercio, se traducirá en un drástico retroceso del comercio mundial, que apenas crecerá el 0,5% este año, con
el consiguiente impacto en un menor crecimiento económico internacional.

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