Lo que importa de la nueva situación en Gaza es que ya no se mata. La paz en esa tierra antigua no está muerta, pero siempre vive en estado de alerta. Ha sido Donald Trump el que ha forzado el canje de 20 rehenes israelíes vivos por unos dos mil prisioneros o detenidos palestinos. No se ha terminado una guerra, pero sí que se ha detenido un conflicto. Atrás quedan la brutalidad de los asesinatos de unos 1.200 israelíes el 7 de octubre del 2023 por parte de Hamas y la reacción desproporcionada del Gobierno Netanyahu de arrasar buena parte de Gaza, matando a más de 60.000 palestinos y dejando una franja inhabitable y devastada, como Berlín o Dresde en 1945.
Los palestinos vuelven ahora a sus escombros, donde podrán exhumar a miles de cadáveres y levantar tiendas que sustituirán a sus viviendas destruidas. Hamas no ha ganado la guerra. Tampoco Netanyahu. Ni siquiera Donald Trump, que presume de haber puesto fin a ocho conflictos.
No se trata solo de compartir una tierra sino de respetar al otro, que es diferente
La guerra seguirá porque dos pueblos reclaman la misma tierra y ninguno de los dos la quiere compartir. Ni en la forma de dos estados ni tampoco dentro de un Estado único binacional, como apuntaba Shlomo Ben Ami el domingo en estas páginas.
La geografía y la demografía son el telón de fondo de una batalla histórica, que viene librándose desde los tiempos de Josué derribando las murallas de Jericó, hace aproximadamente más de treinta siglos, según se relata en la Biblia.
Los discursos históricos y los acuerdos de paz duraderos los conocimos en Camp David en 1978, en Oslo en 1993, en la Casa Blanca de Trump en el 2020, bajo el nombre de Abraham, y los de esta semana en Sharm el Sheij, Egipto, también bajo el impulso del presidente norteamericano.
En todos estos acuerdos se ha detenido temporalmente la violencia y la guerra. Se ha avanzado. Pero no ha nacido una paz perpetua y ni siquiera duradera. No se trata solo de compartir una tierra, sino de aceptar la existencia del otro con sus diferencias culturales, religiosas e históricas. Los palestinos se multiplican más que los israelíes. No quieren ni pueden ir a otra parte, ni siquiera a otros países árabes. Los hebreos, tampoco van a mudarse. O conviven o pelean. Los dos tendrán que ceder y respetarse para vivir en paz.
