No le quite el móvil a su hijo

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No le quite el móvil a su hijo
Director de Contenidos en Godó Nexus

1. No le quite el móvil a su hijo

Lo voy a intentar, aunque sé que hoy defender los móviles suena casi a herejía.

En los ochenta, los adolescentes construimos un templo en nuestra habitación. Los pósters, los vinilos, la televisión y el teléfono fijo eran nuestras ventanas al mundo. 

La habitación era un laboratorio de identidad.

En los noventa, la calle tomó el relevo: los grafitis, los parques, el skate, los botellones. Aprendíamos a existir en público. La tribu se ensayaba ante los otros. 

La calle era el aula donde se aprendían los códigos de una generación.

Hoy, los jóvenes viven en un modelo híbrido que combina ambas décadas. Han vuelto a sus habitaciones, pero conectados a un mundo infinito. 

No están encerrados: están conectados. 

Aprenden los códigos de su tiempo, absorben información, construyen comunidad. Viven la época que les ha tocado vivir. Una época más intensa y más exigente. Reciben una avalancha de información que aprenden —a su manera— a filtrar y descifrar.

Cada generación tuvo su enemigo: los vinilos, los cómics, la televisión, la calle. Hoy, lo digital. En realidad, no cambian los peligros, cambian los miedos. Ya en la Grecia clásica se quejaban de los jóvenes que “amaban el lujo, despreciaban la autoridad y chismorreaban en lugar de trabajar”. Si Sócrates hubiera conocido TikTok, habría pedido wifi.

La psicóloga Candice Odgers lo explica en The Atlantic: el pánico a los teléfonos no ayuda a los adolescentes. No hay evidencia sólida de que los móviles causen depresión o ansiedad. La mayoría de estudios son correlacionales y no ayudan a entender las causas reales. Lo que más perturba a los jóvenes sigue siendo lo de siempre: la pobreza, la violencia, la exclusión, el estrés familiar. Según Odgers, la depresión llega antes que el abuso del móvil: quien se refugia en la pantalla ya estaba buscando refugio antes.

La mayoría usa el móvil para conectar, aprender, crear o simplemente estar menos solos. El entorno digital, lejos de ser una amenaza, puede ser un refugio o un aula invisible. Demonizarlo solo agranda la brecha entre generaciones.

¿Quién puede culpar a un padre por tener miedo? Nadie. El mundo es difícil de entender incluso para nosotros. ¿Cómo enseñar a vivir a un adolescente un mundo que aún tratamos de entender? Quizá de eso se trate: de acompañar sin invadir, de confiar más que prohibir.

Los adolescentes no nos necesitan para entender el mundo, pero aún nos necesitan para no perderse en él.

Apagarles el móvil no los protege del mundo: los desconecta del suyo.

Adolescentes movil

Adolescentes movil

Getty Images

2. La vacuna secreta contra el racismo

Hablando de contenido que realmente puede ayudarte a entender el mundo desde el móvil: me salta un vídeo en TikTok. En él aparece un chico joven, Matt Kiatipis, estrella emergente del street basket 1 vs 1 . Viaja por canchas de barrios inmigrantes —en este caso, en Badalona— retando a cualquiera que se le ponga delante. La pista hierve, la gente invade el cemento y aquello parece más una jaula de boxeo que un partido de baloncesto. Hay empujones, épica, testosterona… pero también un relato inesperado: el de personas de orígenes distintos jugando bajo una sola regla. Aquí la procedencia es irrelevante. Lo único que cuenta es ser bueno con la bola.

Esa pequeña cancha de barrio, sin saberlo, explica más sobre convivencia que muchos discursos políticos

Si en cada barrio dos chicos de culturas distintas se midieran en un uno contra uno, estaríamos inoculando la vacuna más poderosa contra el racismo: la experiencia compartida.

Y estos días, mientras aun resuena la famosa encuesta de La Vanguardia que muestra el avance de Aliança Catalana, pienso que no basta con denunciar la xenofobia. Hace falta ofrecer algo mejor: un relato que no suene a castigo ni a moralina, sino a deseo de futuro compartido. Uno que conecte, que emocione, que diga: esto también es tuyo, esto también es posible.

​3. ¿Qué significa ser un hombre hoy?

Esta semana he preguntado a cinco personas que quiero y admiro qué significa ser un hombre hoy.
Estas son algunas de sus respuestas:

— “Fui educado para callar, no para sentir. Me costó cuarenta años decirle a mis hijos que los quiero. Si me preguntas qué es ser hombre, te diría esto: aprender a decirlo antes.”

—“Es lo que tu quieras que sea”

— “Amar y cuidar a tu familia, cumplir promesas y ser coherente con uno mismo.”

— “No lo sé, pero a veces me sorprendo haciendo cosas solo para que nadie dude de mi masculinidad, y eso ya es una cárcel.”

— “Ser hombre debería significar estar en paz con tu vulnerabilidad. Pero a la mayoría les da miedo mostrarse frágiles. Cuando un hombre se atreve a hacerlo, cambia la energía de todo a su alrededor.”

— “Tener sexo.”

— “La verdad no lo sé. Hace unos años te habría dicho alguien que tiene pene, pero ahora ni eso”

Quizá todavía no sabemos qué significa ser un hombre hoy.

Quizá es una búsqueda compartida.

Quizá ser un hombre sea justo eso: atreverse a hacerse la pregunta.

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