El PSC ganaría a la baja, pero el avance ultra haría ingobernable Catalunya

Sondeo de Ipsos para ‘La Vanguardia’

Los socialistas perderían seis escaños; Junts, 14, y Aliança Catalana y Vox reunirían un total de 35

El suspenso que le adjudican el secesionismo radical y la derecha lastra la valoración de Illa

La estimación de escaños de la encuesta de Ipsos

La estimación de escaños de la encuesta de Ipsos

Una sociedad expectante. El vértigo del procés ya ha quedado atrás, pero Catalunya se enfrenta a los mismos retos e incertidumbres que el resto de las sociedades occidentales. Y ese estado de ánimo se refleja de algún modo en las estimaciones electorales de la última encuesta de Ipsos para La Vanguardia , realizada entre el 11 y el 17 de septiembre. A ello habría que añadir un relevo generacional que amenaza con dinamitar el tablero electoral y conducir a una Catalunya ingobernable en beneficio de las opciones extremas.

Catalunya vira a la derecha y daría una mayoría a las fuerzas de signo conservador gracias al avance de los partidos ultras

El mapa parlamentario que dibuja la encuesta de Ipsos sobre una muestra de 2.000 entrevistas confirma una tendencia de la que no parece escapar ninguna democracia: retroceden los partidos tradicionales y crecen las fuerzas de ultraderecha, en medio de una gran fragmentación. En concreto, el PSC caería casi tres puntos y cedería seis escaños (de 42 a 36), por lo que no rentabilizaría en absoluto la presidencia de la Generalitat. Pero el desplome sería aún mayor en el caso de la segunda fuerza: Junts desciende más de ocho puntos en estimación de voto y perdería 14 diputados de los 35 que cosechó en el 2024.

Vox sería hoy la cuarta fuerza política catalana en votos y superaría al PP claramente en Barcelona y Tarragona

La gran beneficiaria del derrumbe del partido de Carles Puigdemont es la ultracatalanista Aliança Catalana, que se sitúa a menos de un punto y medio de los herederos de CDC y se hace con uno de cada cinco votantes de Junts del 2024. El avance de Vox, la otra fuerza de ultraderecha, pero de signo españolista, supone también una de las novedades relevantes del sondeo. Los de Santiago Abascal crecen más de cuatro puntos y dejan de nuevo atrás al PP, como ya hicieron en los comicios del 2021. Solo que ahora se convierten en la cuarta fuerza política catalana, pisando los talones a Junts y en un empate técnico con la Aliança de Sílvia Orriols.

Cae la tasa de catalanes que ven negativa la orientación de Catalunya, pero se duplica la de quienes tienen dudas

Esta eclosión de la extrema derecha contribuye a liquidar la precaria mayoría absoluta (de 68 diputados) que reunieron en mayo del 2024 socialistas, Esquerra y Comuns. Aunque ERC mejora en un escaño su resultado de hace un año, el retroceso del PSC y la pérdida de un diputado de los comunes reducen a 62 el cómputo del actual tripartito virtual. De hecho, aunque la CUP mantiene sus cuatro escaños, tampoco daría al conjunto de la izquierda mayoría en el Parlament (serían 66 diputados).

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En realidad, el carácter ingobernable de ese escenario se aprecia a través de las hipotéticas combinaciones ideológicas o identitarias: solo el conjunto de la derecha alcanzaría la mayoría absoluta (69 actas), pero a través de una suma imposible, ya que exigiría poner de acuerdo a los independentistas de Junts y Aliança con los populares y los ultraespañolistas de Vox. Y un bloque independentista –de ser posible un acuerdo entre el partido de Orriols y los cupaires – quedaría también por debajo de la mayoría absoluta, con 65 escaños.

El PSC lograría hoy 36 escaños; ERC, 21, y los comunes, cinco, por lo que quedarían seis por debajo de la mayoría absoluta

La explicación parcial de este terremoto electoral reside en el voto de los jóvenes, muy especialmente en el caso de Vox, que sería la formación más votada entre los menores de 34 años. El partido de Abascal e Ignacio Garriga obtiene también un notable apoyo en la franja hasta los 54 años, aunque a partir de esa edad se difumina. En cambio, Aliança Catalana mantiene unos registros estables en todos los tramos de edad: la votarían uno de cada diez consultados. Los socialistas –pero no Junts– solo recuperan fuelle entre los votantes mayores de 54 años (un grupo que da la mayoría al PSC, ya que uno de cada cuatro electores de esa edad votaría socialista).

La inmigración se sitúa como tercer problema, a dos puntos de la política y la vivienda, que ocupan la primera posición

El resto de los indicadores de la encuesta ayuda a comprender estas expectativas. Es cierto que la labor política de Salvador Illa obtiene la aprobación del 45% de los consultados, pero es una tasa similar a la que ya cosechaba antes de ser president. Ahora, además, tiene por delante al portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, mientras que por detrás, y ya a más distancia, figuran Oriol Junqueras y, atención, Sílvia Orriols. Uno de cada cuatro consultados aprueba la labor política de la dirigente ultracatalanista. Y esa aprobación alcanza incluso a uno de cada cinco votantes de la izquierda (y al 30% del electorado de ERC o al 40% del de Junts).

La explicación es sencilla: Orriols exhibe un rechazo visceral a la inmigración y a la clase política. Y, justamente, la política y la llegada de extranjeros encabezan, junto a la vivienda, el ranking de problemas que más preocupan a los catalanes. Y así, mientras la inflación o la independencia retroceden en el listado de inquietudes ciudadanas, la inmigración ha cuadruplicado su tasa (del 4% al 16%) en apenas un año.

Este desasosiego por los cambios tan bruscos en el paisaje humano de los pueblos y ciudades del país no solo da votos a Aliança en la Catalunya profunda (o a Vox en la Catalunya litoral), sino que ensombrece las restantes percepciones del conjunto de los ciudadanos. Preguntados por si Catalunya va por buen camino, la mitad de los consultados responde que “va por mal camino”. Es verdad que ese porcentaje supone cuatro puntos menos que al final de la anterior legislatura, pero también se ha reducido la tasa (en siete puntos: hasta el 26%) de los que consideran que el país va en la buena dirección. Y lo más llamativo: se ha duplicado el porcentaje (hasta el 20%) de quienes no se atreven a afirmar que Catalunya vaya o no en la dirección correcta.

Esa incertidumbre podría explicar también que la mejoría en la valoración de la obra de Gobierno no se traduzca electoralmente. Así, mientras el anterior Govern de la Generalitat cosechaba menos de un 30% de opiniones positivas y un 64% de negativas, la gestión del actual Ejecutivo logra un 34% de aprobación y un 44% (20 puntos menos que su predecesor) de desaprobación. Eso sí, el 22% de los catalanes lo juzga regular.

Por ello, parece evidente que la evolución de esos indicadores será decisiva para definir el desenlace de los próximos comicios. Por un lado, cabe esperar una mayor decantación en uno u otro sentido de quienes miran el futuro con cautela; por otro, los socialistas gozan todavía de una ventaja potencial que su gestión deberá confirmar: la percepción mayoritaria de ser el partido más capacitado para impulsar el crecimiento, garantizar la seguridad, reducir las desigualdades o gestionar el problema de la vivienda.

El problema de la izquierda socialdemócrata es que esas percepciones se diluyen entre los más jóvenes. Ahí, y en capítulos como economía, seguridad, vivienda o incluso lucha contra las desigualdades, formaciones sin ninguna experiencia contrastada en gestión y abiertamente contrarias al actual Estado del bienestar o a la convivencia entre diferentes aparecen al mismo nivel o incluso por delante de los socialistas. Y esos electores del futuro han empezado ya a ejercer su derecho al voto, lo mismo que un buen puñado de viejos abstencionistas espoleados por una realidad que no les gusta.

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