Medusas organizadas

A primera vista el paisaje es idílico, sin sombra de sospecha. Las verdes laderas se deslizan hasta la playa, las olas lamen la orilla, unas gaviotas cruzan el horizonte como si nada. Todo es aparente placidez cuando ponemos los pies en la arena húmeda. Hasta que casi pisamos una medusa. Hay que reconocerle una elegancia milenaria al bicho, si te fijas, con esas transparencias viscosas en tonos azules, amarillos, púrpuras o anaranjados. Una belleza misteriosa, no sabemos nada, con ese globo irisado, gelatinoso, con forma de vela de carabela portuguesa del siglo XV, tal como llamamos a esta fiera marina que yace a nuestros pies. Y que luego sabremos que no es una medusa sino una especie colonial monotípica de hidrozoo sifonóforo, con perdón, que no nos ha picado de milagro, agonizante y todo.

La temida carabela portuguesa

 

Universal Images Group

A qué se dedica una medusa, decimos, aunque este bicho no lo sea, en fin. Se entenderá que si divagamos es para disimular la angustia: estos seres tropicales han llegado a la costa norte porque el agua de los mares está cada día más caliente.

La plaga de carabelas y basura en la orilla es parte del mismo desastre; la plaga somos usted y yo

Han llegado, y en manada; cada dos pasos encontramos otra carabela portuguesa. Incluso alguna medusa de verdad. Además de otras cosas sin sentido que el mar ha arrojado esta mañana, al parecer, decidido a vo­mitarlo todo. Trozos de plástico inclasificables. Gran variedad de taponcitos de bebidas de personas que, al tomarse un zumo o algo, quedaron con el tapón entre los dedos, desorientadas. Un támpax en su bolsita, que no sabemos qué mujer no usó. Algo que podría ser un filtro de una lavadora problemática. Un test de covid en un envoltorio con letras en japonés, que nos impresiona mucho. Más taponcitos. Una pieza de un juguete como de los años sesenta. Una bellota inofensiva, pero que tampoco tiene sentido porque aquí no hay encinas­. Una botellita de plástico, apocalíptica, que tiene adherida o amorrada una colonia de percebes raros. Alguien explica que es un crustáceo que se agarra a cosas flotantes, llamado falso percebe o Anatifa, que viene de Bretaña. No nos tranquiliza nada.

Lee también

Aquella amiga loca

Clara Sanchis Mira
Persona con un teléfono móvil

La plaga de carabelas y basuras en la orilla es parte del mismo desastre. La plaga somos usted y yo. Las medusas organizadas nos miran a los ojos, desde la noche de los tiempos, para convertirnos en estatuas de piedra, hasta hoy, con escaso éxito. En fin.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...