Sobre la huelga del miércoles

Sintonizo con esa mayoría de españoles –entre el 57% y el 82%, según los sondeos– que consideran un genocidio lo ocurrido en Gaza. Mi simpatía está, pues, con la diezmada población palestina (y no con Hamas). Mi censura va para el Gobierno israelí de Netanyahu, tan desalmado y cruel.

Pero no creo que mantener en España la convocatoria de huelga del miércoles contra el genocidio en Palestina tuviera sentido tras la firma de la paz y el alto el fuego. Por más frágil que sea esa paz, urdida por un Trump encaprichado con el Nobel, y por más probable que sea que las hostilidades –ojalá me equivoque– rebroten.

El trabajo es castigo divino, dicen, pero sostiene la vida propia y la colectiva

El sector económico español hubiera considerado más sensato desconvocar la huelga tras el acuerdo de paz y trasladar a este fin de semana las protestas contra el despiadado Netanyahu. Y no es el único sector que hubiera considerado tal cosa. Entre otras razones, porque la productividad española no es como para tirar cohetes. El absentismo laboral anda ya por los 1,6 millones de trabajadores diarios y causa la pérdida del 7% de las horas laborales previstas. La vicepresidenta Díaz acaba de reclamar diez días, diez, para enterrar a los familiares fallecidos. Y el martes se reclamó en el Congreso la reducción de la jornada laboral, esta vez a 35 horas semanales.

Manifestación unitaria de la huelga por Palestina en Barelona. 15-10-2025. Foto: Miquel Muñoz / Shooting.

 

Miquel Muñoz / Shooting / Colaboradores

La conciliación, argumento central de los partidarios de tal reducción, está bien. También lo está trabajar para vivir, no vivir para trabajar. Pero el progreso del país depende del esfuerzo de sus habitantes con empleo, que aquí y ahora abundan: el paro, que rozaba el 27% en el 2013, ha caído mucho y ronda ya el 10%. El trabajo es castigo divino, dicen, pero también sostiene la vida propia y la colectiva.

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A riesgo de que me retiren para siempre el carnet de progre, aún añadiré que la huelga del miércoles –con seguimiento escaso y afectación viaria importante– quizás ocasionó más daño a España que beneficio a Gaza. Por no beneficiar, ni siquiera benefició a los sindicatos convocantes, a los que algunos ya acusan de envolverse en una bandera hoy más popular que la suya. Los palestinos merecen apoyo, sí. Pero la buena marcha del país exige un uso más responsable de las huelgas.

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